CARTA 38: 01/03/11
BOTELLAS DE COCA COLA
Allá por los años 80, se hizo muy popular el film “Los Dioses deben estar Locos”.
Nos presenta una comunidad viviendo en su selva de manera feliz y en armonía. En tanto el modo de vida que se aprecia en una gran ciudad a 500 km, marca un gran contraste.
Un buen día el piloto de una avioneta que vuela a baja altura arroja una botella de coca-cola. El jefe de la tribu la encuentra y la lleva a su comunidad.
Es algo que nunca se había visto. Parece ser un regalo de los dioses. Se le da varios usos tales como instrumento musical, rollo para amasar y otros.
Como todos quieren tener este objeto único, se producen enojos, discusiones, enfrentamientos.
El líder de la comunidad decide llevarla al “fin del mundo” y arrojarla para devolvérsela a los dioses.
La película continúa sin embargo ya estos primeros 15 minutos han tenido la capacidad de generar sentipensares.
Pareciera que los humanos vivíamos en armonía originalmente.
Los europeos que invadieron Abya Yala, al encontrarse con los pobladores de nuestro hermoso continente, se asombraban de su sinceridad, de su incapacidad de mentir y de su solidaridad. No existían robos ya que nadie pensaba en la propiedad personal.
Maturana nos habla de que en los orígenes la convivencia se caracterizaba por la cooperación, la armonía, la ternura. Un modo de vida que lo llama “Civilización Matrística” (no matriarcal).
En algún momento “alguien tiró una botella de coca cola” y se cayó en la trampa de la civilización patriarcal con toda su carga de competitividad, autoritarismo, guerras y dominación que la caracteriza.
Según las investigaciones de Maturana, esto ocurrió cuando la tribu estableció las categorías “propiedad privada” y “enemigo”.
Una “gran botella de coca cola” fue seguramente la irrupción del dinero.
Siempre tengo presente a Roberto Panichini Márquez, Lonko Huiliche, remando en el Lago Cucao, al oeste de la Isla de Chiloé.
Roberto nos contaba del comportamiento solidario de la comunidad con toda forma de vida.
Entre muchos ejemplos, nos narraba que recién se trabajaba la madera de un árbol para construir un bote o una vivienda, cuando éste naturalmente finalizaba su ciclo de vida.
Esta manera sabia y respetuosa de convivir, era transmitida de generación a generación para satisfacer las necesidades humanas de manera sustentable.
“Era así”, nos decía “hasta que vino el maldito dinero…” Se crearon “nuevas necesidades”.
La revolución que postulamos es atrevernos a devolver a los dioses las “botellas de coca cola” y recuperar nuestra natural manera de convivir.
Hasta la Victoria de la Vida Siempre!!
Julio