CARTA 44: 12/04/11
INTERVENCIONISMOS DE “BUENA FE”
Vecinas de una zona rural fueron convocadas por una institución para hacer un jarabe con hojas del árbol Amba’y, que crecía de manera muy abundante en el lugar.
Una joven recordaba con entusiasmo cómo de niña sus catarros eran curados tomando un te o un quemadillo que su abuelita preparaba con el Amba’y.
- “¿Por qué van a hacer jarabe?, preguntamos.
- “No sé, es que la promotora trae el azúcar y hace un preparado que es parecido a los remedios de farmacia... debe ser mejor…”
Un grupo de mujeres de una pequeña población se reunía para compartir sus saberes y haceres.
Traían diversas variedades de plantas con las que preparaban pomadas, jabones y tinturas que distribuían solidariamente, con acompañamiento de la médica directora del Hospital local.
Enseñaban a personas mayores algunos ejercicios físicos apropiados para la edad, y también practicaban masajes y puntos de dígitopresura.
Visitarlas era un deleite, el entusiasmo con que realizaban diversas tareas era contagioso.
Alguien consideró que esa actividad debía tener una compensación monetaria. Con mucha dedicación llevó adelante una serie de gestiones que culminaron con la asignación de un subsidio destinado a tres de sus integrantes.
Casi de inmediato el grupo se deshizo. “¡Que trabajen las que reciben paga!”. La magia que trae la alegría del trabajo solidario, se rompió.
En un populoso barrio de una gran ciudad, algunas vecinas decidieron sembrar en sus propias casas, a pesar de no contar con espacios verdes.
Con gran creatividad sembraban en todo recipiente que conseguían, cajones de madera, botellas de plástico, masetas, ollas.
Asombrosamente cosechaban zapallos, tomates, perejil y muchos alimentos más que compartían durante encuentros que se celebraban con intensa alegría.
También realizaban fiestas intercambiando las semillas propias. La amistad y el compañerismo se fortalecían.
En una ocasión, una Fundación elaboró un proyecto para comercializar la producción.
Al cambiar el sentido inicial de la actividad, las mujeres, muy ocupadas por producir, perdieron la instancia de los encuentros.
El proyecto tuvo una corta duración, fracasó “al no ser rentable”.
Felizmente, un grupo de vecinas que no se sintieron atraídas por la posibilidad de ingresos monetarios, continuaron con sus alegrémicos encuentros.
Más de una vez hemos visto que aun con las mejores intenciones, se ha contribuido a desvalorizar lo propio y a destruir organizaciones solidarias de la comunidad, al introducir “becas” u otras formas de ingresos monetarios para algunos pocos.
No valorar lo propio es no valorarnos a nosotros mismos, no valorar nuestra historia ni nuestros saberes.
La desvalorización nos lleva a ser dependientes, esclavos del mercado y verdaderamente pobres.
El dinero no es lo principal. Vivencias con sentido de vida, que alimentan el espíritu, generan paz interior y entusiasmos.
Paz interior y entusiasmos son esenciales para transformar la sociedad contractual y así recuperar el sentido de vivir en comunidad, apoyándonos mutuamente.
Hasta la Victoria de la Vida Siempre!
Julio