—¿Por qué estas descalzo?
—para sentir la tierra bajo mis pies
—tenés que calzarte para no lastimarte, además mirá mis zapatos ¿no te resultan atractivos?
—puede ser. Mirá vos mis pies: se muestran, no necesitan vestirse. A propósito ¿de dónde venís?
—de la ciudad ¿por qué me lo preguntás?
—curiosidad… tu vestimenta, tu transpiración y tu tos…
—¿¡mi tos!?
—Sí, tu tos. Imagino el aire que respirás… respirás un aire mentiroso
—¡¿mentiroso?!
—el agua que tomás y lo que comés se nota en tu piel
—¿en mi piel? Pero… ¡si nosotros lo poseemos todo! Conocemos todo o casi para defendernos de las enfermedades
—nosotros no conocemos lo que vos conocés. Sentimos otras cosas. Plantamos semillas, las vemos crecer, pedimos permiso cuando queremos comer. Escuchamos el canto del río cuando baja de la montaña. Los pájaros nos corean felicidad. Nuestro cuerpo está desnudo sintiendo a la naturaleza que nos ama
—ustedes son bárbaros y no aceptan a los civilizados.
—¿civilizados?
—sí. Nosotros al poseer podemos dominar y así vivir.
—y tener miedo a perder
—y bueno, son los riesgos que uno corre
—nosotros no tenemos ni miedos ni riesgos…la flor, el río, la montaña, los pájaros, el mar, el agua, el aire son nuestros hermanos
—estoy perplejo
—es un buen camino para empezar.
©Alberto Valente