Curanderito
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- Agüita fresca de naranja y pomelo, ¿sabés qué es eso?
- No.
- Exprimís un pomelo y dos naranjas, colás ese jugo y lo mezclás en un litro de agua fresca; lo vas tomando de a poco y cuando lo terminás, se te va el resfrío.
- Es un bálsamo natural entonces.
- Sí, algo así.
- Mirá vos. ¿Y cómo lo sabés?
- Mi abuela me lo dijo, ella sabe curar muchas cosas. ¿Dijiste “bálsamo”?
- Si. Un bálsamo es algo que te alivia.
- Aaah… entonces no es un bálsamo, porque esto te cura.
- Bueno, es una forma de aliviarte.
- Nooo… porque si te alivia quiere decir que sólo se te pasó un poquito. En cambio, si te cura quiere decir que ya se te fue del todo.
- Entonces es un cúramo.
- Digamos que sí… podría ser… pero, ¿existe esa palabra?
- No, pero las palabras existen si la gente las usa. Para mí y para vos, va a empezar a existir desde ahora.
- Bueno, dale. Todo lo que cura se va a llamar cúramo.
- ¿Y qué otros cúramos conocés?
- Las almendras tostadas para la tos, la torta de miel para cuando estás triste, el chocolate caliente para el enojo… y cuando estás muy pero muy enojado, la ensalada de lechuga con rúcula y limón.
- ¡Ey! ¡Conocés un montón!
- Sí, y son todos cúramos ricos. Mi abuela dice que cuanto más ricos, más te curan. Parece que te hacen largar una especie de sustancia mágica en el cuerpo… y hacen eso.
- Y vos, cuando estás enfermo, ¿te dan ganas de comerte el cúramo?
- A veces no, pero mi abuela me hace probar un poquito y ahí empiezo a comer. Y después se me cura tenga lo que tenga.
- ¡Qué genia tu abuela, eh!
- Ahá… ¿y vos no conocés ninguno? ¿Tenés abuela?
- Sí, tengo dos.
- Yo tengo sólo una, la otra se murió cuando yo era chiquito.
- Bueno, las mías también se murieron cuando yo era chica.
- ¡Hace un montón, entonces! ¿Y por que decís que tenés dos abuelas?
- Y porque siguen siendo mis abuelas… en el recuerdo, en las cosas que hacían o decían, a veces me visitan en algún sueño…
- ¡Yo también sueño a veces con mi abuela que se murió! ¿Eso quiere decir que me viene a visitar?
- Yo creo que sí.
- ¡Qué bueno! Le voy a preguntar la próxima vez que venga entonces…
- ¿Qué le vas a preguntar?
- Si es verdad… eso que decís. Y también le quiero preguntar cómo es donde está.
- Bueno, después contame.
- Sí, ¡más vale! Y al final no me dijiste si conocés algún cúramo…
- Cierto, no te dije. Conozco uno para cuando extrañás a alguien.
- ¡Guau! ¡A ver!
- No es para comer ni para tomar.
- ¿Qué es entonces? Mmm… no se me ocurre qué puede ser…
- Prestá atención porque éste es un cúramo infalible: vas a una plaza cualquiera, ésta por ejemplo, te subís a la hamaca más alta y te empezás a hamacar con todas tus fuerzas. Cuando empezás a sentir una cosa acá, en el estómago, es porque estás casi volando. Ahí mismo, con mucho cuidado, te inclinás hacia atrás mirando siempre al cielo. Y cuando la hamaca se frena, ya se te curó la tristeza.
- ¡Qué buenísimo eso! Pero vos dijiste que era para cuando extrañabas a alguien, ¡no para la tristeza!
- Es para cuando extrañar te pone triste.
- Ah, ¿y por eso te hamacaste así recién?
- Ajá.
- ¿Y se te curó?
- Inmediatamente.
- ¿Y ya no extrañás más?
- Sí, extraño. Pero ya no me pone triste.
- ¡Guau! ¡Sí que es un cúramo, eh!
- ¿Viste? ¿Vamos yendo para tu casa? Tu mamá nos debe estar esperando ya…
- ¡Sí, dale! ¡Así le contamos lo de los cúramos!
18 de junio de 2010