Intentando compartirles algunas palabras…
Cristina Ruiz Heinzmann
Estoy transitando en un arroyo fresco y claro, me llevan con un ritmo musical acompañado con el cantar de los pájaros; observo lo bello de la naturaleza: el calorcito del sol, los colores de las flores, el freso de la sombra de los árboles.
Ahora, sin darme cuenta, me encuentro en un lugarcito cálido y acogedor. No sé cómo llegué aquí, pero parece que soy el comienzo de la vida. No quiero confundirme con el líquido que tiene mi madre dentro del vientre; porque este me mece, me cobija, me protege. Mi mamá está contenta con esta sorpresa de que pronto seré una nueva bebe. Pero para ello, la Diosa Agua me debe reconocer, hamacar, alimentar y luego así, después de un baño purificador me llamarán hija, hijo, nieta, hermana.
Así la Diosa Agua siempre me protegerá porque correrá por mis venas, hará latir mi corazón, procesará mis alimentos. Cuando tenga sed, ella me recordará que es la FUENTE DE VIDA. Pero para eso debe ser transparente y limpia, llegar desde la lluvia, gotas de rocío por la mañana, en arroyos o glaciares.
Por eso quiero crecer sana y fuerte, para cuidar a las antiguas aguas vivas. Estas abuelas sabias permiten escucharlas cuando bajan de la montaña, o en el correr del río. Como tienen mucha memoria solicitan un buen trato, con cariño o que les hablen y cuenten historias alegres porque se fortalecen.
No les gusta que les digan groserías, les echen basura o cosas con olores feos porque las oscurecen y no podemos escuchar sus palabras dulces y refrescantes que nos llevan el alma.
De a poquito, si escucho su cantar entrare en el mundo mágico que me enseñará a sentir la vibración en mi cuerpo; a sanarlo, a sentir el calor del fueguito interno que está en mi corazón, escuchar el viento o percibir a nuestra Madre Tierra.
Nuestra misión es juntar las manos con niñas y niños de todo el mundo para cuidar, mimar y proteger al planeta entero; para ser cada día más felices.
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