Salud Pública - Salud del Pueblo » Los Médicos y las TorturasÚltima actualización: 17/06/2009
LOS MEDICOS Y LAS TORTURASLa confesión
Scilingo; Se les aplicó una vacuna, quiero decir una dosis para atontarlos,sedane. Así se los adormecía.
Verbitsky: ¿Quién la aplicaba?
Scilingo: Un médico naval... el médico les daba una segunda inyección y nada más. Después se iba a la cabina.
Verbitsky: ¿Por qué?
Scilingo: Decían que por el Juramento Hipocrático
En el reportaje aparecido en Página 12, del 3/3/95, Adolfo Scilingo, oficial de la marina argentina, explicaba al periodista Verbitsky cómo los presos políticos eran arrojados desde aviones al mar o al Río de la Plata, en los tristemente famosos “vuelos de la muerte
La confesión pública de Adolfo Francisco Scilingo ha conmocionado a la sociedad argentina y a la comunidad internacional.
Bien se ha dicho y comentado que Scilingo no dijo nada que ya no se conociera.
Y muchos argentinos lo sabíamos por testimonios directos. Ha sido tan grande el número de personas muertas, desaparecidas, torturadas, exiliadas (en el exterior como dentro del propio país), que difícilmente no hayamos tenido un contacto con las víctimas, sus familiares, compañeros, amigos y allegados.
De todos modos, el libro “Nunca Más”, publicado por la CONADEP, no permite que nadie pueda aducir que ignora esta historia tan cercana como tenebrosa. Cercana en el tiempo, en el espacio físico y en nuestros espíritus.
La conducta pública y privada de todos y cada uno de los miembros de la CONADEP respalda la seriedad y la veracidad histórica de ese informe.
Lo que impacta es que por primera vez alguien que haya actuado en forma directa en la represión, lo confiese públicamente.
Y en esta confesión pública se menciona en dos párrafos la participación activa de los médicos.
Esto tampoco es nuevo. La participación médica en actos de torturas es bien conocida desde la década del ´70 en nuestro país y en el Cono Sur.
Asimismo el libro “Nunca Más” nos habla en reiterados testimonios de la presencia de los médicos y en alguna ocasión de la aplicación de inyecciones intracardíacas para producir la muerte. Inyecciones aplicadas por un médico.
Lo nuevo es que aquí se trata de un testimonio de alguien que formó parte de los organismos del Estado que procedieron a una represión no sólo ilegal (de allí lo de “terrorismo de Estado”), sino también con métodos aberrantes.
Y esto de aberrante es lo que importa en definitiva, ya que aunque hubiese tenido una “normativa legal” esto no significa “por sí” que se hubiesen respetado los derechos humanos.
Se dice que todos los procedimientos empleados por el nazismo tenían un respaldo “legal”. No por ello dejaron de ser aberrantes.
De aquí la importancia de tener bien en claro el valor de la “Justicia” por encima de lo “legal”.
El Juramento Hipocrático
Scilingo testimonia que el médico aplicaba la segunda inyección durante el “vuelo”. Se trataba de una inyección del anestésico “Penthotal”. Luego, dice, el médico se retiraba a la cabina del avión sin presenciar el momento en que se arrojaban vivas a las personas al mar.
“¿Por qué?”, pregunta el periodista Verbitsky. “Decían que es por el Juramento Hipocrático”, fue la respuesta de Scilingo.
Es necesario que el pueblo todo tenga pleno conocimiento de qué han jurado los médicos.
El antiguo Juramento Hipocrático, “por Apolo médico, por Esculapio, Higias y Panacea y por todos los dioses y diosas”, decía entre otras cosas:
“Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según sus facultades y mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que se dirijan a la administración de venenos, ni induciré a nadie sugestiones de tal especie”
Durante la llamada “Segunda Guerra Mundial” hubo médicos que contribuyeron con su saber a exterminar personas en masa y a realizar experimentos con seres humanos. Recuerdo que cursando la Facultad de Medicina el 4° año, consultando el texto “Patología Médica”, del autor Domarus, encontré referencias a los estudios “científicos” de Mengele. Estudios en base a experimentos realizados violando no sólo la ética para realizar estudios médicos sino avasallando los derechos fundamentales de todo ser humano.
A tres años de finalizada la guerra, en setiembre de 1948, la segunda Asamblea General de la Asociación Médica, reunida en Ginebra, moderniza el Juramento Hipocrático, destacándose lo siguiente relacionado con el tema que nos ocupa:
“Aun bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”
Este Juramento Hipocrático en su totalidad ha sido incorporado al “Código Internacional de Etica Médica”, el cual, dentro del capítulo “Deberes del médico hacia el enfermo”, expresa lo siguiente:
“Un médico debe tener siempre presente la importancia de preservar la vida humana.”
La Confederación Médica de la República Argentina, aprobó en el año 1953 el “Código de Etica”. En el artículo 1° del mismo, expresa:
“En toda actuación el médico cuidará de sus enfermos ateniéndose a su condición humana. No utilizará sus conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. En ninguna circunstancia es permitido emplear cualquier método que disminuya la resistencia física o mental de un ser humano, excepto por indicación estrictamente terapéutica o profiláctica determinada por el interés del paciente, aprobada por una junta médica. No hará distinción de nacionalidad, de religión, de raza, departido o clase, sólo verá al ser humano que lo necesita.”
Por su parte, el Código de Etica del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba, aprobado el 27/11/66, forma parte de la Reglamentación a la Ley 4853 y “es de observación obligatoria para todos los médicos” que ejercen en esa Provincia. En sus artículos 2°, 3° y 4° se hallan los conceptos del Código de Etica de la Confederación Médica.
Más cercano en el tiempo, el 18/12/82, mediante la Resolución 37/194, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba los “Principios de Etica Médica”. El Principio 2 expresa textualmente:
“Constituye una violación patente de la ética médica, así como un delito con arreglo a los instrumentos internacionales aplicables, la participación activa o pasiva del personal de salud, en particular los médicos, en actos que constituyen participación o complicidad en torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, incitación a ello o intento de cometerlas.”
Asociaciones de Médicos
Con motivo de la confesión de Scilingo no se han escuchado expresiones que partan de organismos representativos de la corporación médica.
Nos parece oportuno rescatar lo publicado en el periódico “Raquis”, órgano oficial del Colegio Médico de Punilla, Provincia de Córdoba. En el número 2 de Junio de 1972, una madre cordobesa denuncia acerca de las torturas infligidas a su hija en un destino desconocido de detención. En ese mismo número condenamos la actitud de los médicos “cómplices de torturas” y rescatamos la actitud de otros médicos que certificaron las lesiones provocadas por las torturas.
En las “6tas, Jornadas Médicas de Punilla”, en noviembre 1973, en la ponencia “Objetivos y papel de las asociaciones de médicos en una sociedad que aspira a su liberación”, decíamos:
“La ciencia puesta al servicio de la destrucción humana debe ser denunciada y combatida por las asociaciones de médicos. Denuncias de torturas con la participación de médicos se ha dado en la Argentina bajo el régimen militar. Desde julio de 1971 se aplican en el Centro de Operaciones para la Seguridad, en Brasil, los más diversos métodos de torturas por un equipo técnico, psicólogos y médicos, buscando penetrar en la estructura psicológica y emocional del individuo para reducirlo a un estado en que sólo predomina el instinto de conservación”.
“Actuales violaciones de los derechos humanos en Uruguay y en Chile no puede dejar indiferente a la comunidad médica y la misma debe hacer la presión correspondiente a nivel mundial”.
“Las asociaciones médicas deberían ser las gendarmes en la defensa de los Derechos Humanos y estar en constante alerta y en posición crítica ante cualquier desviación... El quietismo, el silencio, la inactiva complacencia oportunista o tibias declaraciones con expresiones de anhelo, niegan la esencia misma de la Medicina y significa traicionar a la Humanidad a la cual se juró consagrar la vida”.
Aunque en esos años se intentó generar desde ese Colegio Médico una corriente de opinión que advertía acerca de la espiral de violencia que ya se insinuaba y se propuso generar una movilización de los médicos y de otros profesionales de la salud en defensa activa por los derechos humanos, no imaginábamos que teníamos tan cerca en la Argentina de una práctica planificada y ejecutada sistemáticamente de vejámenes, métodos aberrantes de torturas y eliminación masiva de personas.
En esos años no hubo ninguna expresión no acción de las instituciones médicas ni dentro del país ni fuera del mismo, por este avasallamiento a los Derechos Humanos ni por la notoria participación de médicos y personal de enfermería en estas prácticas.
Recobrado el sistema democrático en 1983, tampoco se ha evidenciado por parte de estas asociaciones alguna expresión condenatoria por la complicidad médica en las torturas ni se han manifestado para aportar a la vigencia del Juramento Hipocrático y de los códigos de ética por parte del personal profesional de la medicina en fuerzas armadas, policías, instituciones carcelarias y otros organismos similares.
La formación médica
El acto de juramento en la ceremonia de entrega de los diplomas tiene más bien visos de una formalidad burocrática.
No tenemos noticias de que en facultad de medicina alguna se trabaje sobre los contenidos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de las responsabilidad médica para que los mismos tengan expresión concreta
Todo lo que se hace al respecto es más bien iniciativa personal de algún profesor. No conocemos que en Universidad argentina alguna se haya tomado la decisión política de prevenir que los médicos se constituyan en cómplices de torturas ni mucho menos en reflexionar y esclarecer el rol de los médicos en las fuerzas armadas, organismos policiales y similares.
Personalmente rescato la actitud del Profesor Miguel Emilio Mercado, titular de la Cátedra de Medicina Legal (dictada en el último curso). Mercada entregaba a cada alumno un ejemplar del “Código de Etica” de la Confederación Médica de la República Argentina, al aprobar el examen final de esa asignatura.
Responsabilidad de las organizaciones populares
Proponemos reflexionar sobre estas realidades desde y con las organizaciones populares.
Quizás como contenidos iniciales y tentativos de esta propuesta, se podrían sugerir al menos tres líneas para la reflexión:
1) ¿Cómo informarnos y conocer más del compromiso ético y legal de los médicos (y de otro personal de salud) en relación a los Derechos Humanos? ¿Cómo podríamos difundirlo? ¿Qué papel podría jugar la estrategia de “comunicación popular?
2) ¿Cómo podríamos aportar a la educación de los jóvenes en esta temática? ¿Qué podríamos sugerir a las escuelas y a las facultades de formación de médicos, de personal de enfermería (profesional y auxiliar) y de otros profesionales y técnicos de la medicina? ¿En cuánto podríamos contribuir con la estrategia de “educación popular” en la formación ética de jóvenes estudiantes en nuestras propias comunidades y organizaciones e instituciones populares?
3) ¿Qué estrategias y líneas de acción se podrían imaginar para que las organizaciones e instituciones populares puedan efectuar un activo contralor social del cumplimiento de la ética médica en relación con los Derechos Humanos?
Este último punto está pensado percibiendo al menos dos aspectos:
a) Protección y defensa de los derechos humanos por parte de los mismos sectores populares.
b) Formación de los jóvenes pertenecientes a los mismos sectores populares que tienen la posibilidad de acceder a cursos, capacitaciones y carreras técnicas y profesionales relacionadas con la Medicina.
En su conjunto la propuesta intenta que el tema de la defensa de los derechos humanos no quede sólo en círculos llamados “intelectuales” y políticos dirigentes, sino que sea asumido por las mismas bases.
(Publicado en Revista “El Médico”, abril 1995)
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