Crónicas de Vivencias » Napal'pí: memoria, olvido, silencio

Última actualización: 28/04/2009

Graciela Elizabeth Bergallo [i]

Un pueblo transforma la historia en memoria
cuando se hace cargo de su destino.
Yerushalmi
 
Resumen
 
La llamada Masacre de Napal´pí se refiere a los acontecimientos que se produjeron el 19 de julio de 1924 en el Lote 38 (entre las localidades centrochaqueñas de Quitilipi y Machagai), donde fueron reprimidos y aniquilados más de doscientos indígenas que se habían concentrado en esa zona, en manos de las fuerzas oficiales. Este texto intenta reseñar y esclarecer algunas memorias de Napa´lpi, objeto de conflictos, polémica, denuncia, silencio y negación según quienes fueran los actores involucrados: funcionarios, periodistas, políticos, académicos, indígenas.
 
Introducción
La memoria, decía Elizabeth Jelin (2002) es un campo de disputas, conflictos y luchas por la apropiación del pasado, por la búsqueda del sentido de ese pasado, pero hacer memoria es sobre todo hacer justicia. Este texto nace a partir de una nota periodística que publiqué el día veinte de julio del año dos mil ocho en El Diario de la Región, en la ciudad de Resistencia (Chaco) y en otros medios, un día después de la conmemoración de Napa´lpí. En este año, a diferencia de otros, la causa indígena, la historia de Napa´lpí, fue tomada como emblema gubernamental, aún cuando todavía falta mucho para que se exprese esa intención en término de políticas de estado que den respuestas a todas las necesidades socioculturales y ambientales, y no sólo de la población indígena. Las memorias de Napa’lpí fueron disputadas visiblemente desde la campaña política previa a la elecciones en la provincia, y si bien la balanza comenzó inclinarse notoriamente por primera vez hacia el lado opuesto a la historia oficial, dejando al desnudo a sus responsables y cómplices, aún académicos, las versiones o visiones parciales de los actores con sus intenciones, desinformaciones o ausencias, en algunos casos no esclarecían lo suficiente los hechos con sus significados antiguos y actuales. 
 
Movilización indígena frente a la casa de gobierno en el año 2006
 
Los sucesos
En 1924 la población indígena de la provincia del Chaco fue protagonista de un importante movimiento, que tuvo como epicentro la Reducción de Napa’lpí. Adherentes provenientes de lugares tan alejados como Resistencia, Colonia Benítez, Pampa del Indio, respondieron al llamado de Machado, Maidana y de otros pi’oxonac (chamanes) que luego se unieron. Los factores desencadenantes fueron: la carga del 15% impuesta por la administración de la reducción al algodón entregado por los indígenas y abusos por parte de la policía local como la matanza del viejo pi`oxonac Sorai. Esta situación se agravó por la prohibición del gobierno de salir de la zona chaqueña, presionado por los colonos, a los efectos de impedir que otras condiciones de trabajo los atrajeran a los ingenios de Salta. En tal movimiento también participaron trabajadores qom de Las Palmas que habían vivido la experiencia de la huelga general en el Ingenio Las Palmas unos años antes (Miller, 1967:100-103)
A cinco meses de publicado el decreto sancionado por Alvear en 1924 que daba una respuesta a los reclamos indígenas sobre el Teuco-Bermejito, la población de Napal´pí fue víctima de lo que se conoció más tarde como Masacre de Napa´lpí, ordenada por el entonces Gobernador del Territorio Nacional del Chaco: Fernando Enrique Centeno, objeto de denuncia y polémica hasta el día de hoy. Tal hecho significó el término de sucesivas campañas militares en la provincia del Chaco (Iñigo Carrera,1984).
Bajo el liderazgo de los qom Machado, Gómez y de los moqoit Maidana, Durán, indígenas de diferentes lugares comenzaron a concentrarse en Pampa Aguará, lo cual provocó el temor en colonos y funcionarios. Se produjeron en ese entonces algunos hurtos de ganado o asaltos a viviendas de colonos. Miller (1967:99-113) registra el testimonio de seis informantes que estuvieron presentes en la matanza, el testimonio de Tolten colono alemán, testigo ocular, entre otros, y detalles ampliados sobre el hecho. Tales fuentes concuerdan en que “el motivo fundamental fue la explotación y el desprecio por los derechos humanos de los aborígenes”. Se atribuye el liderazgo a Gómez, quien sostenía que había recibido un mensaje sobrenatural que anunciaba que un chamán que había sido asesinado por la Policía retornaría de la muerte y asociaría su poder al suyo, de esta manera podrían volver a la vida quienes fueran muertos en batalla, asimismo aseguraba que podía desviar las balas. Tanto Machado como Gómez fueron considerados `oiquiaxaic, personas con poderes para comunicarse con los espíritus de los muertos como el famoso líder Soria. Gómez aseguraba que sus antepasados hablaban a través suyo; que lograrían liberarse definitivamente del yugo del hombre blanco; que sus bienes o ganado serían tomados en compensación por lo que habían padecido. Fuentes contemporáneas a estos acontecimientos afirmaron que se había construido una choza, conocida como “el Templo”. Frente a la choza se realizaban reuniones, ceremonias y ocasionalmente partidos de fútbol (Bartolomé,1972:112).
Con posterioridad a los sucesos se supo que habían muerto tres colonos, al mismo tiempo que hubo hurtos de ganado. Tales muertes, mientras se producía la concentración de unos ochocientos indígenas, motivaron el desplazamiento de la Policía. El 19 de julio de 1924, un avión del Aero Club Chaco II piloteado por el Sargento Esquivel sobrevoló la toldería, asentada en un área de doscientos por cuatrocientos metros. Entonces comenzó la matanza de hombres, mujeres y niños que se encontraban en el lugar, la persecución y exterminio realizados con alevosía duró varios días.
El operativo policial, ordenado por Centeno, de ochenta hombres aproximadamente, estuvo a cargo de los comisarios Roberto Sáenz Loza, de Resistencia y José B. Machado, titular de la Comisaría de Quitilipi, quienes luego testimoniaron –en la causa criminal iniciada tras el episodio- haber tenido un enfrentamiento con un promedio de ochocientos indígenas, cien de ellos armados, de lo cual resultaron cuatro de estos últimos muertos y ninguna baja en las filas policiales.
Miller, (1967:93-96) registró dos testimonios que revelaron la existencia de ceremonias en días previos a la matanza. Se danzaba todas las noches. Uno de ellos mencionó la “danza de la cadena” de los mocovíes. También Bartolomé (1972:113) registró testimonios de que los atacantes fueron recibidos con “danzas frenéticas,” lo que hace pensar que no existió resistencia organizada. En el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados (1924:324) se señalaba lo siguiente:
“Cuando llegó la policía, bien armada, para reducir a los indios, éstos pidiendo el consejo de un santón que llaman Gómez, se pusieron a danzar, creyendo que así no les ocurriría absolutamente nada. Mientras los indios, creyendo en las afirmaciones del santón, danzaban con las esperanzas de que las armas de las hordas policiales no les harían nada...”
Los siguientes son sólo algunos de los testimonios registrados por los jóvenes qom Chico y Fernández (2008:38).
“Ese día mataron mucha gente, ancianos, mujeres, niños. No respetaron nada. Fue muy triste, le jugaban todo. A los hombres les capaban, les cortaban las orejas, la nariz. A las chicas, algunas eran gorditas, lindas. No les perdonaban. Y a los muertos les enterraban, algunos medio vivos. También le cuereaban el cabello. Yo me acuerdo que unos días después había uno que decía: “Esta crina (cabellera) es de un indio mocoví” (Ibid:41). Ambrosia Mamani relata un testimonio de su hermano.
“Le sorprendieron a los indígenas. Los masacraron sin saber la razón…Bien temprano llegaron los policías. Se asustaron toda la gente cuando llegaron a la costa. Era una explosión. Muchos murieron de los mocovíes, ancianos, jóvenes y jovencitas. Nuestro pueblo qom no tuvo tanta pérdida. (Murieron) las nueras de Qauaxaic; murieron todas nuestras abuelas. Qué se van a enfrentar a las armas de fuego. Iban cayendo las ancianas que estaban cantando” (Ibid:44). Testimonio de Melitona Enrique.
“Ella cuenta que los mocoví cuando hacían el ritual fueron a pedirle a un extranjero para que colabore, una res o dos, él no quiso y lo mataron, eso fue la causa, dice, eso fue lo que originó la matanza, el animal estaba dentro del campo aborigen (…) Dice que cuando dispararon al monte pasaba el avión buscando más aborígenes para exterminarlos (…) Dice que Miguel Iturraspe, el abuelo de ella le agarró las balas y les sacó cuatro dedos (…) Algunos los enterraron, otros que quedaron esparcidos los comían los cuervos… Machá escapó. Lo que prometen los cacique es que después, a lo largo del tiempo se van a presentar los difuntos, los que ya fallecieron… algunos aparentan igual que la persona que ya falleció hace mucho tiempo. Testimonio de Melitona Enrique (traduce su hijo Sabino). Sabino agrega que cuando hay tormenta, en la zona donde están los caídos se escuchan voces hasta ahora. Parte de la entrevista realizada por mí el 3 de enero del 2005, y filmada por mi hija Tania Pantaleff, a Melitona Enrique y sus hijos Sabino, Manuel y Mario. 
“Mi papá ayudó a enterrar a los muertos. El contaba que hacían zanjas, tiraban a los muertos y los quemaban. Cuando terminaba con ese grupo, traían otro” (Ibid:41). Testimonio de Lino Fernández.
“Yo nací 9 de julio de 1903. No aprendí el idioma Vilela. Solamente mi padre lo hablaba. Mi mamá era toba (…) El cacique José machado se escapó por el monte y se salvó. Así muchos, y otros se salvaron porque dispararon. El que salió a la tropa era Maidana y sus dos hijos, José y Marcelino, los dos y un correntino entre ellos, José Aguirre. Entonces quedaron heridos esos hombres en el monte, pero a José Aguirre le agarraron. Entonces le agarraron para que mostrara dónde están los otros, y mostró, José y Marcelino, y allí los mataron, al padre y a los dos hijos los mataron. No sé si mataron chicos y mujeres también, tiene que ser, porque tirotearon de lejos con carabina Mauser. No se defendieron, salieron, dispararon, ¿qué podían hacer contra los Máuser? Allí no sé cuántos murieron. Supimos que tiraron dentro de un pozo todos los cuerpos. Pero yo no vi”. Testimonio de Florencio Saravia (Silva, 1998:171).
“(…) Vino un avión que les echó caramelos y masitas para que se junten, y para mirar si tenían trinchera. La primera descarga tiraron de arriba y la siguiente haciendo blanco. Fue en pocos minutos que la toldería quedó en silencio, con humareda. En 45 minutos. (…). Al otro día sale la policía a juntar personal para sepultar los muertos. Tenían 38 personas que trabajaban en la toldería. Había dos pozos de agua y allí fueron sepultados 75 en un pozo y en el otro 70 más. Noventa días anduvo la comisión con ese trabajo de matar a los que se encontraban en el monte. (…), pero igualmente quedaron muchos sin sepultar y heridos que se sanaron.” Testimonio de Gonzalo Nicanor Leiva (relato de su madre) (Silva,1998:172).
 
Se estima que las víctimas de la represión policial fueron más de doscientas [ii], entre muertos y heridos, aunque en el expediente N° 910, caratulado “Sublevación indígena en la Reducción de Napalpí” de 168 fs., tramitado en el Juzgado del Dr. Justo P. Farías, figuran sólo cuatro muertos, atribuyendo tal responsabilidad a tobas que los mocovíes tenían prisioneros. No existen en tal causa testimonios de sobrevivientes, ni se tuvieron en cuenta otros elementos de juicio.
El Diario La Voz del Chaco habla de la concentración indígena y justifica la intervención policial, aunque el 21 de julio afirma que fueron cincuenta los muertos por enfrentamiento entre tobas y mocovíes. El Heraldo del Norte dio posteriormente una versión contraria a la explicación oficial. Una carta enviada por Enrique Lynch Arribálzaga -fechada el 29 de agosto de 1924- al Diputado Nacional Francisco Pérez Leirós dice lo siguiente:
“La matanza de indígenas por la Policía del Chaco continúa en Napa’lpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio y el campamento de concentración de los tobas, para que no puedan servir de testigos, si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados”.[iii]
Otro relato de la escapatoria lo hace un informante de Miller (1979:108):
“Cuando Maidana, Gómez y otros murieron, nosotros nos volvimos y escapamos al monte. Mi padre y todos nosotros corrimos juntos hacia el monte, sin caballo ni perro, para no hacer ruido. Viajábamos sólo de noche, y nos escondíamos durante el día. Más de un mes nos escondimos así en el monte. Toda la gente huyó al monte grande, hacia el norte, en la zona de Zaparinque, para escapar. Cientos de nosotros huimos juntos. Vivíamos con miedo. El padre de Fermín Notagai fue herido, y su hijo lo llevaba para no dejarlo atrás. Luego de más de un mes de estar escondidos, unos pocos de nosotros nos animamos a trabajar. Finalmente, Andrés Parra le dio trabajo a la gente en Pampa Grande”.
 
El contexto
Los qom han sido el grupo dominante entre los Guaycurú (que también incluyen a los Pilagás y Mocovíes, y a los hoy extinguidos Abipones, Mbayás y Payaguás). Los Wichi y Guaycurú constituyen los grupos lingüísticos que en la región del chaco argentino han tenido mayor relevancia numérica y política, desde el contacto con los europeos. La mayoría de los qom puede localizarse actualmente en la zona centro-oriental del Chaco, los wichi y moqoit en las zonas occidental y meridional respectivamente. Por migraciones, hay asentamientos indígenas en ciudades como Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, La Plata. Los qom vivían originalmente en bandas, cuyas denominaciones aún persisten, integradas por un número variable de familias extensas. El consenso que lograban sus líderes estaba basado primordialmente en la utilización del conocimiento y el poder para el bien del grupo (Miller, 1979:25-27 y 53-54).
En las primeras dos décadas del siglo veinte, la región este del Chaco tuvo sucesivos avances de colonización agraria. Los llamados “aborígenes” fueron considerados mano de obra temporaria o permanente, y sus modos de subsistencia, basados en la caza, pesca, o recolección, se vieron limitados, al mismo tiempo que fueron reducidos sus espacios tradicionales de vida. La explotación del azúcar, el tanino y el algodón fue la razón que articuló esta región al escenario económico internacional, lo cual provocó cambios sociales, ecológicos y culturales que modificaron la historia de los antiguos habitantes. Los indígenas fueron asentados en colonias agrarias subsidiadas por el estado donde debían aprender las “virtudes” del trabajo y la “civilización.” El más importante de estos asentamientos fue la reserva o reducción de Napa’lpí [iv]. La reducción fue fundada en 1911, fue un lugar donde los intereses de las empresas y el estado confluyeron (Arengo, 1996). Las primeras familias que se instalaron “eran de distintas etnias, habían llegado los Pilagá, Abipón, Charrúa, Toba, y por último los Mocovíes. Vinieron de la parte de Salta, Santa Fé, Entre Ríos y Formosa” –dice Saturnino Chará (Silva, 1995:168). La reserva proveía, aseguraba, mano de obra en el tiempo en que ésta era demandada. Cuando no, los indígenas fueron objeto de los “métodos de reducción”: la educación formal, el aprendizaje de la agricultura, la disciplina del trabajo, la propiedad. Lynch Arribálzaga fue el ideólogo de ese proyecto civilizatorio que fue Napa’lpí.
 
Sobre las memorias de Napa’lpí
Existen diversas fuentes: periodísticas, publicaciones oficiales, académicas o no académicas que se refieren a lo ocurrido en el campamento de El Aguará. Pero son muy pocas las investigaciones que se han abocado particularmente a este suceso. Los historiadores chaqueños López Piacentini, Ramón de las Mercedes Tissera, Maeder, Altamirano, reseñan brevemente esos acontecimientos, cada cual desde diferentes enfoques se apoya sobre todo en fuentes periodísticas o en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación.
Desde la Antropología lo hicieron Miller (1967 y 1979), Bartolomé (1972); Cordeu y Siffredi (1971) los datos de este texto especialmente sobre el evento de Napa`lpí, están basados en el libro de Miller;  Arengo (1996). Desde una perspectiva más estrictamente sociológica lo hizo Nicolás Iñigo Carrera (1984), quien analizó las circunstancias socioeconómicas que dieron origen a las campañas militares en el Chaco.
El texto “Memorias del gran Chaco” (1995), de Mercedes Silva, presenta varios testimonios directos de lo acontecido. La obra de Mario Vidal “Napalpí, la herida abierta” (2004) focaliza sobre el hecho, aunque cita los testimonios de la obra de Silva. 
El libro del Dr. Carlos Díaz, con el seudónimo de Zaid es una novela sobre “El año de la Masacre” (2008), si bien es un relato ficcional, brinda algunos detalles de los hechos y el contexto cotidiano en que se desarrollaron. 
Un capítulo aparte merece Favio Echarri, que fue Director del Museo de Medios de la Provincia en la gestión gubernamental anterior, uno de los exponentes más notables de la historia oficial. Publicó una investigación más reciente Napalpí: la Verdad Histórica (2001), que recibiera el Premio Provincia del Chaco a la Obra Histórica en el año 2000, otorgado por un jurado compuesto por miembros de la academia: Graciela Guarino (Instituto de Historia–Facultad de Humanidades) Helga Nilda Goicoechea (Junta de Estudios Históricos del Chaco) y Enrique Schaller (Instituto de Investigaciones Geo-Históricas del CONICET), quienes figuran con tales referencias en la primera página del libro. Me referí a tal obra, cuestionando sus fuentes epistemológicas, en una nota publicada en los medios periodísticos de la provincia en julio del 2005, por utilizar sólo fuentes oficiales, para fundamentar la “verdad histórica”. Escribe Echarri:
“…no hay pruebas –hasta el momento- respecto de una “matanza” de doscientos aborígenes, ocurrida el 9 de julio de 1924. Sí, en cambio, de la muerte de cuatro de ellos, entre los cuales estaba el caciquillo Pedro Maidana. Numerosos testimonios lo confirman: ….” (Echarri, 2001:107).
Hace un listado, tomado del expediente judicial N° 910/1924 de autoridades policiales, oficiales, jefe de registro civil, agentes de policía, colonos, siete indígenas que habían tenido conflictos con quienes integraban el movimiento como lo señala el mismo autor en pág. 66 de su propia obra.
“Se le han quitado sus tierras, sus dioses, sus caciques… En fin, su forma de vida. No podemos tratar de remediar todo ello inventando un hecho no ocurrido o tergiversando la verdad histórica (Echarri,2001:109).”
En tal obra no aparecen los testimonios de los sujetos que fueron víctimas de esa historia: los sobrevivientes de Napa’lpí, de sus hijos, o testigos indirectos. Con idéntica argumentación señalaba en tal nota periodística, la no legitimación de los testimonios de las víctimas u otras pruebas, como la existencia de tres fosas comunes que la población identifica en la zona de Colonia Aborigen, ¿deberían desconocerse los desaparecidos y responsables en tiempos de dictadura? Aunque las desapariciones no suceden sólo en esos tiempos, y siguen aconteciendo en los modos de hacer historia.
La narración de un pasado que puede realizar quien es sujeto de su propia historia, no necesariamente debe oponerse a la noción de historia como conocimiento fidedigno y científico del pasado, aunque permite incorporar un elemento fundante e inexorable de toda descripción: sus sentidos, afirma Roxana Guber (1994.279). Tales sentidos aparecen también en los testimonios orales en algunas de la obras mencionadas, en el texto de Orlando Sánchez, historiador qom, “Historia de los aborígenes qom (tobas) del Gran Chaco contada por sus ancianos”. Obra escrita hace veinte años, y especialmente en “El llamado de la sangre” de Juan Chico y Mario Fernández, esperanzador texto de jóvenes qom (ex - alumnos de Sánchez en el CIFMA). Ambas obras reconocidas y publicadas por las Subsecretarías de Educación y de Cultura de la Provincia del Chaco.

Varios proyectos de ley, a nivel nacional, trataron la evocación de la masacre. A la fecha todavía ninguno de ellos fue aprobado por ambas cámaras del Congreso de la Nación. El primero fue presentado en 1993 por el diputado nacional chaqueño Claudio Ramírez Mendoza. Luego hubo varias presentaciones de referentes de diferente signo político. En el 2006, el entonces senador Jorge Milton Capitanich, presentó un proyecto de declaración “adhiriendo a la conmemoración del aniversario de la matanza en la Reducción Aborigen de Napalpí, a celebrarse el 19 de julio“[v], declaración aprobada en Cámara de Senadores en noviembre del mismo año. Actualmente está en debate en la Comisión de Educación y Cultura un nuevo proyecto de la Senadora Nacional Elena M. Corregido en el que se lee: “Institúyese el día 19 de julio como el “Día de la Masacre de Napalpí”, en conmemoración del aniversario de los hechos ocurridos en la localidad de Napalpí, Provincia del Chaco, el 19 de julio de 1924”  [vi]

 
Mitos / Verdades sobre Napa’lpí
Napal´pí es el “lugar donde habitan las almas de los muertos (lpaqa.l)”, decía Orlando Sánchez, historiador qom, es una denominación antigua de la zona, ya existía cuando ocurrieron los hechos de 1924. Sánchez asegura que hubo otros enfrentamientos desde fines del siglo diecinueve.
Chico y Fernández (2008:27-28) relatan el origen del término Napa’lpí, denominación antigua que atribuyen a la violación de un tabú cultural por parte de mujeres moqoit, de lo cual se vengó una mujer qom que se había unido a un moqoitle’ec. Esta provocó deliberadamente el enojo de araxanaq late’e, “quien vino por debajo de la tierra, la agrietó y en medio de una gran tormenta comenzó a tragar la toldería y con ella a la qom lashe. Pero antes la mujer ordenó a su hijo que escapara y llevara la noticia a su gente, es decir a su pueblo qom. Este hecho se comenta hasta hoy en buena parte del Chaco, especialmente entre los Qom y Moqoit, y dio nombre a la zona como Napa’lpí, por los muchos muertos que quedaron sepultados en el lugar”.
“Según los ancianos, la antigua Napa`lpí comprendía parte del actual departamento de Presidencia de la Plaza hasta cerca de la localidad de Pcia. Roque Sáenz Peña (…). La reducción de Napa`lpí se denomina actualmente Colonia Aborigen Chaco y comprende tres lotes (38, 39 y 40), la masacre ocurrió dentro de lo que hoy es La Matanza en el Lote 39 de la Colonia, y los encuentros del qa’apaxa se realizaban en diferentes puntos de la antigua zona de Napa’lpí arriba mencionada. La actual localidad de Napa’lpí, a la vera de la Ruta 16, no pertenece al ejido de Colonia Aborigen Chaco”. (Ibid:24)
Aunque el expediente judicial fue iniciado por la Asociación Comunitaria toba “La Matanza” -con la intervención del Dr. Carlos Díaz, autor de la novela “El año de la Masacre”- que inicialmente demandó al estado por el genocidio realizado contra la población indígena y reclamó una indemnización al pueblo “toba” como intento parcial de compensar el delito cometido, la composición de la población es heterogénea. Los indígenas concentrados en El Aguará en 1924 provenían de diferentes y remotos lugares –aunque en su mayoría eran moqoit y qom- porque los centros de producción como los ingenios, las explotaciones de la madera y el algodón reunían a indígenas de diferentes pueblos. Dice Orlando Sánchez “siempre digo que la comunidad de Napal´pí es bastante híbrida, hay descendientes de Mocovíes, Vilelas, Charrúas (que huyeron del exterminio producido en Uruguay), Guaraníes, correntinos que formaron matrimonio con mujeres aborígenes, Lenguas, muchos se cruzaron con tobas, más de siete naciones había allí. Luego algunos fueron adoptando la lengua toba, otros adoptaron directamente el castellano, pero todavía se notan las diferencias.” Frente a semejante realidad -diría Jorge Amado- “es difícil dividir y clasificar…”.
Al mismo tiempo que se producía la conmemoración en Napal´pí el día sábado 19 de julio del 2008, otra conmemoración se realizaba en San Bernardo organizada por una asociación mocoví, por las víctimas de sus ancestros en Napa’lpí, donde todavía existen, también, sobrevivientes.
Melitona Enrique, cuyo testimonio, entre otros, registré en enero del 2005, no fue la única ni última sobreviviente de Napa’lpí, tal como se ha afirmado en algunos medios periodísticos, algunos sobrevivientes o sus familias no desean mencionar sus nombres, entre otras razones, para no ser acosados ni pública ni políticamente. Melitona falleció hace unos días.
En tiempos en que registraba testimonios y documentación sobre Napa’lpí, eran notorias las disputas políticas por la “memoria de Napalpí” desde y por influencia de actores por lo general externos a la población indígena. Tal como aconteció con la Masacre de Margarita Belén, también la denominada Masacre de Napa’lpí, “lo indígena,” la memoria, pasó a ser para algunos capital político.
No fue la más importante matanza ni el único movimiento de “resistencia” indígena según el historiador toba Orlando Sánchez (quien rechaza la denominación “milenarismo” utilizada por Cordeu y Sifredi), en su texto (2008) registró testimonios de las luchas y matanzas indígenas producidas desde fines del siglo dieciocho hasta las primeras décadas del veinte. La mayor acción militar fue la emprendida por Matolí en 1909 contra los fuertes Brown y Warnes, junto al Río Bermejo. Pueden destacarse el movimiento protagonizado por la población moqoit, en 1905, en 1933 en Gral. San Martín y Pampa del Indio. En mi texto (2006[2004]) también di cuenta de la represión a las concentraciones y ritos indígenas en la zona del Ingenio Las Palmas, entre otras razones por el temor a las movilizaciones y por el abandono de sus lugares de trabajo.
Según Sánchez habría que “globalizar” el hecho. Napa’lpí es un acontecimiento menor respecto de lo que ocurrió anteriormente, también ocurrieron otros hechos posteriores como el de Rincón Bomba en Formosa. En la década de 1880, afirma, se llevan a cabo las más grandes matanzas indígenas en el Chaco, el sometimiento del mítico Meguesoxochi y de otros líderes. Luego, en los ingenios, en la explotación forestal, o en otros centros de producción exponentes de la civilización y del “progreso”, murieron cientos de indígenas por verse obligados a condiciones de trabajo infrahumanas y epidemias como la de la viruela[vii], que por tales condiciones provocaron innumerables muertes. La reducción de la naturaleza “salvaje” iba en paralelo a la reducción o desaparición de lo diferente. Pero el etnocidio llegó hasta el presente a modo de políticas de estado, imposición de lenguajes y saberes, desconocimiento del otro como sujeto de su propia historia, como sujeto político.
Los hechos de Napa’lpí comienzan a tener notoriedad a partir de su expresión en el Diario La Voz del Chaco, que a pesar de ser un periódico oficial no coincide con los testimonios que aparecen en el expediente judicial, en El Heraldo del Norte, que en 1925 brinda un informe extenso de los hechos, su tratamiento en el mismo año 1924 en la Cámara de Diputados de la Nación, y la repercusión en Diarios Nacionales. El reconocimiento oficial de la masacre, facilitó en el año dos mil seis, la iniciación del reclamo judicial por parte de la Asociación Comunitaria La Matanza.
Fue además el primer proyecto “civilizatorio” del estado en la provincia, donde no sólo la población indígena se constituía en reserva de mano de obra para el tiempo en que fuera requerida, sino también donde se implementaron los “métodos de la reducción”: la educación formal, el aprendizaje de la agricultura, la disciplina del trabajo, la propiedad. 
 
El sentido de la memoria
En un ensayo David Viñas (1982), se refiere a la conspiración de silencio que existe alrededor de la violencia subyacente al establecimiento del Estado argentino moderno. ¿Por qué -dice Viñas- no hablamos de los indios en Argentina? Si en los otros países latinoamericanos tenemos evidencias y el testimonio de las “voces de los derrotados”, (¿derrotados? ¿lenguas en extinción? ¿rescate?) O pensarlos como derrotados es otro ingrediente más del discurso civilizatorio. ¿Fueron todos derrotados o el proyecto civilizatorio del estado liberal los integró pacíficamente? ¿Los integró pacíficamente? ¿Y que significa ser “integrados”?. ¿Qué significa que los indios de Argentina sean solamente imaginados dentro de los confines del folklore, los museos y el turismo? ¿Fueron los primeros desaparecidos de la historia argentina?
         Decía Juan Chico en la presentación de su libro: el problema no es el indígena. Hay que ver qué ocurre del otro lado.
        El develamiento de esa invisibilidad-desaparición, la recuperación de sus derechos, es seguramente lo que todavía sostiene la conmemoración de Napa’lpí, y su reivindicación por parte del pueblo indígena, se está en camino. Napa’lpí es un símbolo, un puente, afirman el Dr. Julio García y Orlando Sánchez, un hecho paradigmático, semejante a otros que se repiten en nuestros pueblos, expresa el conflicto por la imposición de un modelo social y cultural, imposición que llega hasta el presente, aún a costa de la desaparición o negación del otro, aún cuando aún cuando visible o clandestinamente se sostiene la resistencia.  
 
Bibliografía
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[i] Magister y Doctoranda en Antropología Social (UNAM) e-mail: ysoyleyenda@hotmail.com
[ii] Cámara de Diputados,1924: Diario de Sesiones:422
[iii] Congreso de la Nación: Diario de Sesiones, 11 de septiembre de 1924, tomo V, p.420
[iv] El polémico decreto de Alvear que creó la reducción en el Chaco “(...) tenía entre sus objetivos ‘conservar’ ‘el factor económico’ que eran los indígenas, disponía que éstos recibieran tierras ‘proporcionándoles semillas, herramientas agrícolas y animales de labor a fin de que cultiven aquellas y obtengan los frutos necesarios para su subsistencia...” Se alejaba al indígena “de las tentaciones que la naturaleza le ofrece...” al mismo tiempo que se le colocaba “bajo la dirección inmediata de un personal competente” para formarlo como trabajador. La reducción también preparaba al indio para el trabajo en algunas ramas productivas: la explotación de la madera, el azúcar y luego el algodón requerían de una gran concentración de fuerza de trabajo en determinados momentos de su proceso productivo, cuya disponibilidad aseguraban las reducciones (Iñigo Carrera, 1984:15).
[v] Expediente Nº 2560/06
[vi] Art. 1 del Proyecto de Ley S-0050/08.
[vii] Un ejemplo de la dimensión de dichas epidemias: en un informe del Comisario de Presidencia Roca con fecha 31 de diciembre de 1916 se hace constar que en las tolderías del cacique Mayordomo habían fallecido doscientos indígenas víctimas de la viruela negra. ARCHIVO HISTÓRICO DEL CHACO. Legajo Aborígenes.

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