Medicinas Tradicionales, Naturales y Bioenergéticas » De Relaciones Terapeúticas a Encuentros de Verdad

Última actualización: 17/06/2009
Encuentro Internacional de Terapia Neural y Odontología Neurofocal
Villa La Angostura, Argentina. Octubre 17 – 21 de 2006
Mesa redonda “Sociedad, Género y Bioética”
 

De Relaciones Terapéuticas a Encuentros de Verdad.

Recuperando Nuestro Femenino

 La Vida nos ofrece la oportunidad de verla en todo su esplendor y de sentirla en toda su intensidad en cada uno de nuestros encuentros. Y cada encuentro es un milagro, un instante irrepetible para el que todo el Universo ha confabulado.
 
Me pregunto de muchas maneras por el sentido de cada encuentro que vivo, quisiera no perderme ninguna de las oportunidades que la Vida me está ofreciendo con cada uno de ellos. Sin desconocer su misterio, quisiera descubrir algunos de sus secretos, sumergirme en sus paisajes y disfrutarlo todo cuanto sea posible.
 
Nos encontramos desde diferentes pretextos, uno de ellos, el que hoy nos convoca, es el que sucede cuando una persona se aproxima a otra para que le ayude a resolver algún malestar en su ser. La necesidad sentida de uno y el saber específico del otro, los encuentra. Y desde ese instante, todo puede suceder…
 
Para el Universo, al que todo y todos le pertenecemos, irremediablemente en ese instante, “algo ya está sucediendo”. Todo encuentro es una puntada del tejido sin principio ni fin que es la Vida.  Quisiera que para mí, no pasara desapercibida esa realidad.
 
Quisiera que cada momento de cercanía con otro nos recordara la grandeza de cada uno y que nos diéramos cuenta del milagro del que somos parte al encontrarnos. Quisiera que nos dejáramos afectar por la presencia ajena y propia a la vez del otro, que nos involucráramos, que nos viéramos, que nos sintiéramos. Quisiera que todo momento de terapia compartido con otro fuera un encuentro de verdad.
 
Los encuentros a los que me refiero no se pueden planear, pero se puede tener el cuerpo dispuesto para que sucedan y atento para verlos. No es sólo cuestión de la cantidad de tiempo compartido, ni de las condiciones del espacio, aunque todo está relacionado, éste es un asunto esencialmente de intensidades y de calidades.
 
La diferencia entre una “relación terapéutica” y un “encuentro de verdad” está principalmente en la manera como se viven. Cuando las características de cada situación se convierten en condicionantes y dejan de ser cómplices de nuestra libertad, la posibilidad de vivir cada relación terapéutica como un encuentro de verdad, se aleja. Creo que el compromiso de nuestra existencia es con la Vida y no con las condiciones que nos inventamos para vivir.
 
Las reflexiones sobre lo femenino como fuerza constitutiva de la Vida, le han regalado a mis preguntas sobre los encuentros de verdad, ciertas luces para seguir. A continuación intento expresar algunas de ellas.    
 
Lo femenino es en lo masculino, así como la luz es en la oscuridad, no es posible la existencia de una fuerza sin la otra, la Vida se constituye desde su unidad.
 
Lo femenino es la fuerza de la pertenencia y de la integración, es el don de saber que nuestras singularidades son parte de una Vida que nos trasciende. Lo masculino, es la fuerza de la singularidad y de la autoafirmación, es la capacidad de cada ser de determinar su propio orden en relación íntima con el Todo.
 
Sólo es posible vivir la singularidad desde la pertenencia, sólo es posible pertenecer desde la singularidad. Así como sólo es posible amar desde la libertad, y ser solidarios desde la autonomía. Cada ser tiene capacidad de autoorganizarse, pero sólo en la relación que tiene con los otros seres, es decir, que cada ser se autoecoorganiza.
 
El verdadero encuentro con otro se da en la medida en que se geste desde el encuentro consigo mismo. Es desde la mirada hacia el interior de cada quien que surge el sentimiento de pertenencia al otro. Y al mismo tiempo, es en el encuentro con los otros que descubrimos la totalidad a la que pertenecemos, es decir, que nos damos cuenta quiénes somos.
 
Esta ambigüedad vital no es posible de concebir desde el paradigma que es hegemónico en nuestra sociedad, el paradigma antropocéntrico, que parte de considerar que el ser humano está por fuera de la Vida. Desde el fraccionamiento y el dualismo propios de este paradigma sólo hay dos formas posibles de relación. La que ocurre entre individuos autosuficientes que se expresa sólo como egoísmo y competitividad, y la que se da entre individuos incapaces que se expresa sólo como dependencia y manipulación.
 
La reflexión sobre lo femenino es una posibilidad para concebir la Vida como ambigüedad y emergencia, superando el dualismo de oposición del paradigma antropocéntrico. En nuestros encuentros cotidianos, esta superación la entiendo como la posibilidad de trascender de la apariencia a la autenticidad y de la obligatoriedad al querer. Porque es desde el sentimiento de aislamiento de los otros que inventamos roles estereotipados y predeterminados, que nos alejan de lo que realmente somos. Y es desde la creencia de estar por encima de la Vida, que reemplazamos la espontaneidad de nuestros impulsos, por normas y obligaciones que nos alejan de lo que realmente deseamos.
 
El ser humano que no se considera parte de la Vida, se inventa modelos para reemplazarla, y en ese camino se pierde la posibilidad de conocer la ilimitada generosidad y creatividad de la Vida que es en su propio cuerpo, en el de los demás y en el encuentro entre ellos.
 
La Terapia Neural ha significado para muchos de nosotros el encuentro con el sentimiento de pertenencia a la Vida, el cual entendemos como paradigma biocéntrico. Es por eso que la Terapia Neural invita a entregarnos, a confiar y a estar junto al otro sin modelos y sin normas. Hacer esta terapia es mirar al otro con el respeto, la admiración y la devoción con la que contemplamos el firmamento, porque nos permite descubrir que ese otro es sabiduría y es misterio.
 
Las rupturas, luces y preguntas que nos ofrece la Terapia Neural son una oportunidad para enriquecer nuestras relaciones terapéuticas y vivirlas como verdaderos encuentros. Para mí, hacer Terapia Neural significa vivir encuentros de verdad y éstos no siempre requieren de agujas y procaína. La terapia es un pretexto, el encuentro es el sentido.
 
Desde la Terapia Neural es posible resignificar el cuerpo y por lo tanto nuestra relación con él. Se nos revela el cuerpo que emerge del reencuentro con nuestro femenino. El cuerpo que es sentimiento, alma, suceso del Universo. El cuerpo al que le pertenecen los sueños, los temores, los deseos, y el cuerpo que le pertenece a la Vida.  
 
La relación con nuestro cuerpo es expresión y origen de la relación con el cuerpo de los demás y con la Naturaleza. Hay un vínculo directo entre la concepción del cuerpo y la manera como vivimos nuestros encuentros.
 
El cuerpo concebido como fragmentación, incapacidad y mercancía, se expresa en relaciones asimétricas de dependencia. Estar frente a un cuerpo que uno cree que se puede comparar y controlar, nos niega la posibilidad de “interser”, es decir de ser en, con y para el otro. Si ya hay un modelo predeterminado del otro, de la relación con él y de mi propio comportamiento, se alejan las posibilidades de transformarnos en el proceso, sólo nos queda seguir el libreto, y “que pase el siguiente”…   
 
El cuerpo concebido íntegramente con capacidad de autoecoorganización y como parte del Universo, se expresa en relaciones entre seres iguales, solidarios y libres. Desde esta concepción es posible encontrarse como singularidades que se pertenecen entre sí, porque le pertenecen a la Vida.
 
Pertenecerle a la Vida, significa pertenecerle al cuerpo que somos, a los otros y a la Naturaleza. Reencontrarnos con este sentimiento nos transforma y nos regala nuevas maneras de mirarnos y de relacionarnos, nos regala encuentros de verdad. Pertenecernos es reconocernos a través de los otros, es involucrarnos para descubrir quienes somos.
 
La Terapia Neural es una oportunidad para comprender y vivir el sentimiento de pertenencia a la Vida; el reencuentro con nuestro femenino es una manera de decirlo. Las oportunidades son infinitas, al igual que las maneras de decirlo. El camino es el que señala cada corazón, y todos los corazones forman parte una misma sinfonía. En la diversidad, todos lo caminos se pertenecen entre sí, esa es la magia, ese es el misterio, creo que a todos nos corresponde la dicha de darnos cuenta.
 
 
Sandra Isabel Payán Gómez
Octubre de 2006
 

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