Medicinas Tradicionales, Naturales y Bioenergéticas » Representaciones del cuerpo, Vicente Aguilera

Última actualización: 24/06/2009

 

 

REPRESENTACIONES DEL CUERPO
(HECHO EN CARNAVAL)
 
Vicente Aguilera
Quito, Ecuador
 vicheazu@hotmail.com
 
 
Hemos hablado del cuerpo como ese “otro” en donde estoy “yo”, al cuerpo lo mentamos como ese puñado de carne y hueso al cual lo podemos tocar el cual ocupa un lugar en el espacio en donde anidan los pensamientos, se trata entonces de ese extraño objeto donde anida la existencia. Les puedo decir a mis piernas muévanse y ellas se mueven aunque a veces no obedecen pero en general cumplen la orden al pie de la letra. En ocasiones he visto a ciertas personas que le dicen a su mano que cure y al momento pasan cosas extrañas, yo mismo les digo a mis manos que utilicen tal técnica para curar y ellas se ponen a la obra, entonces me pregunto quién es el que cura mi mente, mis pensamientos o mi cuerpo.
Preguntas como estas hacen necesario que enfoquemos el tema del cuerpo, para iniciar este recorrido parto del supuesto que mente y cuerpo son dos naturalezas extrañas, son dos antagonistas que están en constante confrontación por el control del ser, al cual lo llamo “yo”.                                                                                                                     Para el Dr. Alexander Lowen[1] sin embargo “La dicotomía mente-cuerpo es producto del pensamiento humano y constituyen en realidad una misma cosa” si esto es así entonces las representaciones mentales que poseemos estarán presentes no solo en la mente sino también en el cuerpo y es esta unidad la que influirán en las decisiones que tomamos y en el comportamiento que adoptamos, frente a los diversos aspecto de la vida cotidiana entre ellos la forma de enfrentar la enfermedad. Él dice que entendemos el concepto de unidad pero no lo podemos aplicar a nuestra vida cotidiana y para ello parte del supuesto de que se pretende por todos los medios disponibles dentro y fuera de las instituciones sociales educar la mente de un niño sin tomar en cuenta su cuerpo, el profesor de educación física no está pensando en mejorar la forma de aprender mientras da su clase, esto significa que lo importante es poner datos en la cabeza del que está aprendiendo para lo cual con mucha frecuencia se utiliza como herramienta para lograr tal propósito la amenaza, el miedo o el castigo, pero mucha de esta información no es utilizada por el que aprende ya que se trata de una información teórica y no experiencial y al ser la experiencia un hecho corporal, solo se experimenta lo que tiene lugar en el cuerpo, por ello solo hablar de mente o solo de cuerpo resulta una imcompletitud “solo una comprensión profunda , cargada de un valor emocional fuerte, es capaz de modificar los patrones estructurados de la conducta” (idem. pag 60).
El problema se agrava, cuando a esa unidad mente-cuerpo se le agrega el de espíritu, según Lowen este último se refiere a la vivacidad y vibración energética que tiene una persona, es decir se refiere a su grado de energía, siendo esta vibración la que le otorga a esta unidad su característica personal, de tal forma que cuando una persona se pone iracunda por cualquier causa su espíritu también se ve alterado y los “otros” lo pueden percibir, por tanto dice “yo definiría al espíritu como la fuerza vital de un organismo manifestada en la autoexpresión del individuo” (idem pag 63). Es el espíritu de la persona lo que le da la característica como individuo y ella está asociada en muchas culturas con la respiración. (Dios soplo su espíritu sobre el barro y le comunico la vida). Para muchas religiones orientales la respiración es un mecanismo vital y el realizarlo adecuadamente es necesario ya que es un medio de comunicación con lo universal.
Pero aún nos quedan los aspectos que vinculan al alma con lo que estamos tratando de articular cuerpo-mente-espíritu. La representación de alma es difícil expresar y lo que creo significa es el principio de la vida, del sentimiento, pensamiento y de la acción en los seres humanos, pero deberá ser vista como esa entidad que siendo parte del cuerpo al mismo tiempo tiene su génesis en la energía universal y en lo que Jung llama la “conciencia universal” y se refiere a ese algo que nos conecta con todo lo existente y nos hace parte de ello. Todos coinciden que el alma es ese algo que está en el cuerpo hasta la muerte, que nos viene de afuera y que se va cuando morimos. Así podemos entender frases como las utilizadas por los curadores espirituales cuando dicen “yo lo único que haga es canalizar la energía universal para que obre sobre determinado ser y él se pueda curar”
 
 Para muchas personas cuando hablamos de cuerpo estamos haciendo referencia a la materia orgánica que constituye la parte física del ser humano. Sin embargo todos nacemos como organismos y nuestra existencia depende en primera instancia de las atenciones que recibamos de los “otros cercanos” los cuales nos ayudan a cumplir nuestras necesidades vitales básicas. Este organismo, inicialmente casi desprovisto de estructuras simbólicas, a través de sus experiencias y a medida que se va relacionando con los “otros” y a medida que el tiempo transcurre va construyendo representaciones que son estructuras psico-sociales-cognitivas y afectivas que se interponen entre el organismo que poseemos y el mundo de nuestras relaciones. Estas representaciones se refieren a los diversos conceptos, ideas y creencias que nos formamos de la realidad y la vida también se refieren a las restricciones y vergüenzas con que portamos o escondemos el cuerpo y nuestro cuerpo. De tal forma que el cuerpo será una construcción individual y colectiva en donde confluyen una serie de capas sucesivas que recubren el organismo. Por ello una cosa es el ojo capaz de ver la superficialidad, la materialidad de las cosas y otra el ojo que mira los campos sutiles y simbólicos que rodean esa materialidad objetivable llamada cuerpo. Uno es el ojo que ve y otro el que mira de forma inquisitiva la relación con ese “otro” con el cual tiene contacto. Es decir es el mismo ojo pero al mismo tiempo no lo es. En el ojo que ve tenemos un órgano y en el ojo que mira tenemos al mismo ojo pero cargado de significados y significaciones.
El organismo es lo primero, configurado a partir de la memoria genética de la especie, está constituido por órganos adaptados para cumplir funciones específicas tendientes a producir y mantener al ser humano en estado saludable. En cambio el cuerpo se va constituyendo sobre el organismo en base a la historia personal cargada de subjetividad, a una influencia cultural determinada; el cuerpo tiene su propia memoria histórica, una memoria basado en los hechos que el registra durante su cotidianidad, el funda nuestra identidad personal es decir el “yo” y cumple una función de producción y reproducción cultural y social.
 El organismo es estudiado por las ciencias naturales y biológicas, las cuales hacen lecturas denotativas y consideran que cada ser es un objeto material e individual de la especie, es una manifestación de la vida.
El cuerpo requiere una mirada interdisciplinaria para poder ser entendido: antropológica para descifrar sus significados y significaciones culturales que hablan del grupo de adscripción al cual pertenece; psicológica para explicar los mecanismos de constitución en cada uno de los seres humanos; arqueológica para discernir los mecanismos por los cuales una sociedad, ha logrado imponer ciertas formas de comportamiento negando otras; paleontológica para comparar que enfermedades padecían los seres que vivieron en épocas remotas y como las enfrentaban, médica, psicológica, artística. Sin olvidar que el nos habla como un grupo determinado y en una determinada época histórica lo ve y se relaciona con él y con la vida. Por ello cuando nos referimos al cuerpo, su definición ha sido, es y será polisémica e inacabada. 
 
Considerar al ser humano, como sujeto es verlo en sus múltiples dimensiones aquellas que determinan sus conductas, sus características personales, sus motivos, sus necesidades y su cultura. Es verlo a ese “ser” concreto, objetivo, portador de un cuerpo con el que realiza sus actividades físicas y mentales; es considerarlo como un todo indivisible (individuo) en cada momento de su vida cotidiana. Es averiguar sobre sus distintas temáticas haciendo esfuerzo por conseguir objetividad, legitimidad, veracidad y exactitud en la medida de lo posible, sobre un ser humano que se relaciona con él mismo, con los otros y con los demás aspectos de su realidad, de donde nacen una serie de variables que vienen a constituir su cultura y su sociedad.  
 
De uno de los libros clásicos que versa sobre las ciencias médicas de China, el Suwen[2], que data del siglo V a.n.e., se puede colegir, que los chinos de antaño se caracterizaron por ser gente muy práctica y sus escuelas filosóficas estaban interesadas en la vida en sociedad, las relaciones humanas y los valores morales, con el propósito de hacerse merecedores a un grado de conciencia más elevado, pero sin perder de vista por ninguna circunstancia los problemas mundanos. Para, esta cultura, todas las cosas de la naturaleza, todo aquello que está entre el cielo y la tierra incluido el ser humano están formadas por dos fuerzas antagónicas y complementarias a las cuales les denominaron yin y yang, esta forma de pensamiento les permitió concluir ciertos postulados, entre los cuales mencionaré a los que hacen referencia a los patrones cíclicos del movimiento, seguramente esta idea fue sacada de los movimientos del sol y la luna y de los cambios de las estaciones y luego fue tomada como regla de vida. Los chinos creen que el ir lejos significa retornar, así cualquier situación que llega a su punto extremo ésta destinada a convertirse en su opuesta; quién se dirige hacia el oeste terminará irremediablemente en el este, quién se empeña solo en acumular riqueza económica terminará en la pobreza, la sociedad occidental moderna empeñada en mejorar la calidad de vida lo único que ha hecho es empeorarla, esta forma de pensar les ha enseñado entre otras cosas a ser cautos y modestos en los momentos de éxito.
La teoría del yin-yang, dice que “todo fenómeno o cosa en el universo conlleva dos aspectos opuestos: yin-yang, los cuales se hallan a la vez en contradicción e interdependencia”[3] . La relación entre yin-yang, es la ley universal del mundo material y con ella se puede explicar la fisiología y patología del cuerpo humano y además sirve de guía para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.
En cambio la teoría de los cinco elementos sostiene que el mundo material está formado por: madera, fuego, metal, tierra y agua, entre ellos existe una relación de generación e inhibición que es la causante del constante cambio y movimiento de las cosas y los seres. “el hombre vive en la naturaleza. El medio ambiente natural –los cambios climáticos y las condiciones geográficas- influyen considerablemente en sus actividades fisiológicas” Esta afirmación nos revela el hecho de que el hombre es influido por el medio ambiente en el cual desarrolla sus actividades y además necesita adaptarse al mismo para poder realizar sus funciones vitales en forma adecuada.
En cuanto al cuerpo hicieron las siguientes analogías: al pulmón lo compararon con el primer ministro, al corazón con el monarca, al hígado con el general, al estómago con el encargado de los graneros, al riñón con el funcionario de la fuerza, al intestino grueso con el funcionario transmisor, a la vejiga con el prefecto, al intestino delgado con el funcionario de los servicios. Los ritmos fisiológicos femeninos se hacen manifiestos cada siete años y los masculinos cada ocho, así primero se cambian los dientes, luego estamos llenos de vigor y las mujeres comienzan a menstruar, posteriormente hace su aparición la energía renal y la sexualidad, mas tarde se fortalecen los músculos y tendones, enseguida empezamos a marchitarnos, aparecen las canas, decae la energía renal y luego se caen los dientes. Para tener vigor orgánico y espiritual hay que respetar las leyes del yin y del yang, regularse según los cambios de la naturaleza, moderarse en la comida y bebida, trabajar y descansar según lo mandan sus hábitos, no gastar en exceso la energía es decir actuar conforme los principios que rigen la calobiótica.
 
Aristóteles consideraba el cuerpo como una realidad limitada por una superficie, según esta versión el cuerpo tiene su extensión, su propio espacio y es una substancia; el cuerpo no es pura materia o pura potencia: está de alguna manera informado es decir está penetrado por una forma.
Algunos platónicos y algunos pitagóricos tendieron a considerar el cuerpo orgánico y sobre todo el cuerpo humano, como el sepulcro del alma, según esta afirmación el cuerpo en principio no debería tener forma ya que el alma no se encuentra en él como un elemento sino como un prisionero.
Los estoicos y epicúreos, tendieron a concebir la realidad desde el punto de vista corpóreo o corporal: “todo lo que hay es en último término corporal o material, pero este cuerpo o materia no es inerte, sino de alguna viviente”[4].
Los escolásticos, afirmaban que el cuerpo es una materia con forma o in-formada, es decir es la unión de materia y forma, por ello hablaban de corporeidad.
En los siglos xvii, xviii y xix, por influencia del gran desarrollo de la ciencia moderna y especialmente por el mecanicismo (aliado al radical dualismo de cuerpo y alma), se le considera al cuerpo ese algo que ocupa un lugar en el espacio, es una realidad constituida atómicamente en donde los átomos son los espacios llenos, es una realidad única ya que toda la materia es fundamentalmente la misma en todos los cuerpos naturales. Los cuerpos pueden cambiar de masa, de volumen y de forma, pero las partículas materiales en última instancia son inalterables.
Descartes habla de la substancia o cosa extensa “res extensa” para referirse al cuerpo y de la substancia o cosa pensante “res cogitans” para referirse a su aspecto inmaterial. “Por cuerpo entiendo todo lo que termina en alguna figura, lo que puede estar incluido en algún lugar y llenar un espacio de tal modo que todo otro cuerpo quede excluido”[5]
Desde una visión antropológica actual cuando nos referimos al “cuerpo” para designar al ser humano aparecen una serie de problemas que le convierten a esta palabra en polémica. Nos cuestionamos si ésta palabra abarca la totalidad del ser o solo se refiere a la parte material del mismo. En caso de referirse a la parte material ¿donde caben los estados mentales, anímicos, pensamientos, emociones, representaciones?, ¿se considera estos estados como manifestaciones funcionales del cuerpo sin existencia autónoma o son considerados como entidades de naturaleza distinta, a las cuales se les denominan “almas”, “espíritus” o “energía universal” que habita nuestro cuerpo?.
El problema se ve agudizado aún más si al reconocimiento de nuestra existencia corpórea se le adicionan las cuestiones relativas a la muerte y a la posible supervivencia en otras formas de vida, después de la muerte. Para unos la muerte es la suspensión de la existencia con ello termina todo el proceso orgánico y material, que comienza con el nacimiento, continúa con el desarrollo y finaliza con la muerte; sin embargo otros creen que la muerte no es la finalización de la vida sino simplemente un paso a “otra vida” por ello es asumida como un hecho trascendental, el velorio se presenta como una fiesta de despedida en donde la bebida y en menor proporción la comida nunca faltan, además la amena conversación de lo buena que era la persona en esta vida y los chistes siempre están presentes.
En las zonas periféricas de Sangolquí, a la muerte se la enfrenta sin mayores sobresaltos y los muertos siguen siendo considerados parte fundamental del núcleo familiar y/o del grupo, a los cuales se les dedica un poco de tiempo. La creencia en las apariciones de los muertos revela que se los representa como almas con forma corpórea y no como energías u otras emanaciones propias de los relatos populares europeos; esta representación de las apariciones estaría indicando la idea que alma y cuerpo no representan dos naturalezas distintas como nos enseña la religión cristiana; sino que se trata de una sola unidad armónica, a su vez esta forma de pensar origina la creencia de que las cosas que pertenecen a una persona o a un individuo tiene su aliento vital y por ello son extensiones de su cuerpo.
Al decir “cuerpo” o sus equivalentes, “basar” en hebreo o “soma” en griego, la visión occidental actual se refiere a la parte material del mismo. Pero no siempre fue así, por ejemplo, para los pitagóricos, como dijimos anteriormente, el “cuerpo” era la cárcel del alma, del cual se libera al morir y se reencarna en otra forma de existencia, más elevada o no, dependiendo del grado de virtud alcanzado. El principal propósito de los seres humanos debería ser la purificación de sus almas mediante el cultivo de virtudes intelectuales, la abstención de los placeres, de los sentidos y la práctica de diversos rituales religiosos.
“En sociedades de tipo comunitario, en las que el sentido de la existencia del ser humano implica un juramento de fidelidad al grupo, al cosmos, a la naturaleza, el cuerpo no existe como elemento de individuación” (Le Breton 1990, 22).
Hacia los años sesenta en las sociedades occidentales, el cuerpo se representa de diferente manera que el cuerpo de antaño, de esta forma de representación moderna resulta un dualismo que enfrenta el cuerpo al ser humano y de este enfrentamiento resulta que el cuerpo se convierte en el lugar del bienestar, del buen parecer, del riesgo, del negocio, de la política, de la libertad. (Carrel 1970, 44)
En 1997, un grupo de científicos escoceses comandados por el Dr. Ian Wilmut del instituto Roslin de Edimburgo, lograron la clonación de una oveja; con este acontecimiento las barreras biológicas que obstaculizaban la clonación humana cayeron y el sistema representacional del cuerpo se modificó, en el sentido que el cuerpo material que hasta ese momento era irrepetible, ya no lo era y al repetirse a voluntad podía tener múltiples usos como el referente al tráfico de órganos.
Para seguir refiriéndonos al cuerpo material, diremos que a través del tiempo, los diversos grupos humanos le han asignado un mayor valor a determinadas zonas del mismo, así los antiguos egipcios le asignaban una importancia capital al corazón y aseguraban que allí era el centro del pensamiento y sentimiento (Wolfhart Westendorf[6] 1994, 17); En Mesopotamia, el hígado era considerado el órgano central y sede del alma (Stefan M. Maul[7] y Wolfhart Westendorf 1994, 26); En tanto que los pueblos orientales ponen especial atención en el vientre por considerarlo el centro de irradiación de energía (Bovio 1998, 27). En occidente se exalta la cabeza y los centros nerviosos superiores.
Si volvemos los ojos atrás nos damos cuenta cuan largo ha sido el recorrido del camino del conocimiento del cuerpo. Desde Lao Tse (siglo VI a.C.) e Hipócrates (sigloV a.C.) a Galeno (siglo II n.e.), las representaciones del cuerpo han pasado por las más variadas   explicaciones que van desde las creencias mágicas y animistas hasta propuestas objetivo-cientificistas.
Entonces cabe decir que el “cuerpo” es concebido por las diferentes sociedades y en las diferentes épocas de distinta forma dentro de un abanico muy amplio de explicaciones; al tratarse de una construcción simbólica que cambia según la sociedad y el tiempo, puede ser leído como un mapa en donde encontramos una serie de señales que nos dicen cual es la manera de pensar, representárselo y aún de actuar de esa sociedad particular donde el cuerpo realiza sus actividades cotidianas; el cuerpo habla y puede ser concebido como una totalidad, como un sistema integrado, compuesto a la vez por sus aspectos físicos, materiales y simbólicos e inmateriales, al cual podemos acercarnos haciendo lecturas no solo de su aspecto presentacional, material, tangible, visible que corresponde al plano físico y se expresa a nosotros en forma de signos, a esta forma de lectura del cuerpo se le conoce como lectura denotativa; sino también de su aspecto representacional, no material, intangible, inefable, que esta mucho más allá del plano físico y se muestra a nosotros a través de símbolos, a esta lectura de los símbolos que parten y llegan al cuerpo se le conoce como lectura connotativa.
 La visión racionalista y positivista imperante en occidente ha empleado lecturas de tipo denotativo para conocer todos los aspectos de su interés, entre ellos el cuerpo, olvidándose que los seres humanos somos capaces de emplear distintos lenguajes para expresar y explicar lo que pensamos y lo que nos pasa.
Para el racionalismo, todo aquello que no pueda ser asimilado por su lógica resulta irrelevante y poco digno de consideración, aquello que no pueda ser pesado, tabulado o sea producto de nuestra sensación subjetiva simplemente no puede ser considerado como un problema científico digno de estudio o simplemente no existe desde el punto de vista del empirismo positivista. Es más para conocer e interpretar el cuerpo, la lógica racionalista que dicho sea de paso es la forma hegemónica de conocimiento ha utilizado la división y disección, esto no nos ha permitido verlo en su totalidad y entenderlo como un todo contextual y holístico.
Desde el punto de vista simbólico, el cuerpo, no es una construcción irracional o ilógica realizada por los seres humanos, como se nos ha prendido hacer creer, sino supraracional y supralógica, es decir, que nos muestra realidades y niveles que están más allá de lo que la razón y la lógica pueden llegar a explicar y comprender
Por ejemplo, Maurice Godelier[8], hace una lectura de las representaciones del cuerpo que tienen los Baruya, y específicamente por aquellas que están en relación con la concepción y crecimiento de los niños. “Para los baruya, los niños son el producto de la unión sexual de un hombre, una mujer y de la intervención del sol” (Idem 2000, 19).
Cuando una pareja se casa, durante varios días incluso semanas, no les es permitido hacer el amor; el hombre puede acariciar los senos de su esposa y dar a ingerir su semen. Se supone que el semen nutre a la mujer y le dará la fuerza que necesitará para tener hij@s y para trabajar en el campo; también el semen se deposita sobre los senos de la joven esposa ya que, éste, se convertirá en leche materna cuando la mujer este en gestación y de su ser nazca un niñ@.
La mujer queda embarazada cuando el semen del hombre penetra en un saco de bilium “tandata” que está localizado en el vientre de la mujer. El semen produce los huesos del niñ@, la cabeza, las manos, los pies y una parte de la carne; en cambio la piel y la carne que para los baruya significa lo mismo proviene del hombre y de la mujer. Pero el recién nacido no es solo un producto de la cópula del hombre con una mujer sino que en su formación también interviene el sol y su intervención consiste en dotarle al embrión de forma definitiva. Su función terminar de hacer crecer los dedos de las manos y los pies y fabricar la nariz, los ojos y la boca, el completa los cuatro miembros y la cabeza. Al sol se le designa y se lo trata con respeto y afectuosamente como si estuviera relacionándose con el padre o los hermanos del padre, también tiene un nombre sagrado que solo conocen algunas personas de edad, shamanes y maestros de rituales.
El sitio de alojamiento de la inteligencia y sabiduría está en el entrecejo y este lugar también es el sitio por donde pasa el hálito vital. El hígado es el órgano más importante, es el asiento de la fuerza y de la vida, por ello es que los shamanes baruya envían sus espíritus intencionalmente para que ronden en territorio enemigo y devoren el hígado de hombres y mujeres que encuentren en los bosques o en sus huertos
Antiguamente, a los enemigos capturados en combate se les sacrificaba en ceremonia pública y su sangre se utilizaba para pintar la cara de hombres, mujeres y niñ@s que asistían al evento, luego se procedía a la extracción del hígado del capturado, el cual se repartía entre los hombres quienes lo devoraban crudo o cocido; en la actualidad en vez de sacrificar a enemigos, se sacrifica una zarigüeya de dientes largos y su hígado mezclado con nueces de betel se les participa a los hombres jóvenes a los cuales todavía no se les revela la naturaleza de lo que mascan.
 
A su vez, afirman los baruya que su cuerpo está habitado por uno o muchos espíritus[9] que salen de él mientras la persona está durmiendo. Si por alguna razón el espíritu no regresa al cuerpo la persona sigue viva pero se comporta de manera extraña, hasta que un shamán luego de un ritual haga regresar el espíritu al cuerpo.
 
Cuenta Godelier que su amigo David Schneider le advertía que lo que ve y reflexiona a partir de las prácticas y representaciones del cuerpo que utilizan los baruya, debe ser tratado con mucho cuidado ya que se puede tratar de una imagen que tenemos nosotros de nosotros mismos en cuanto occidentales y antropólogos a través de las imágenes de los otros. Por ello, dice Godelier que muchas prácticas que parecen simbólicas y muchas cosas que podríamos considerarlos como símbolos, para los baruya no lo son. Un símbolo (aspecto representacional) es un signo (aspecto material) cualquiera que sea, como un sonido, un gesto, un objeto natural o artificial, una sustancia etc., que designa y hace presente, a través de él, una cosa, una realidad que puede o no estar presente; los baruya saben también como nosotros lo que es un símbolo y lo usan frecuentemente. Los adornos que sirven para diferenciar los diferentes estados de iniciación, los objetos ensartados en la nariz de un hombre y que nos indican que él no solo es un ser humano sino también un shamán, un cazador, todo es un mundo de signos y de símbolos que sirven para indicar una cosa diferente de lo que son ellas mismas, así nos indican el lugar que ocupa un ser en la escala social, el poder que poseen unos y otros y las reglas de conducta que son constantemente mostradas a los ojos y recordadas por el pensamiento.
Según Godelier los ritos que realizan los shamanes baruya sobre el cuerpo, no son solamente simbólicos, es decir no se los puede ver como imágenes puestas en escena; estos gestos, estos símbolos, hacen realmente pasar al cuerpo de los que participan en el rito la fuerza de los antepasados, del sol etc., para lo cual se valen del maestro de ceremonias que es el mediador indispensable entre los seres humanos y los poderes que gobiernan el universo.
En la medida que estas concepciones de la vida, del cuerpo, del poder, son compartidas por todos sus miembros, en la medida que todos estos pensamientos se transforman en gestos, acciones, formas de organizar las relaciones, en la medida en que estos gestos, acciones y formas de relacionamiento influyen en sus decisiones y aceptaciones más o menos voluntarias, se forma una fuerza, un todo, que mantiene unida a esa sociedad. Esta fuerza está compuesta de la adhesión subjetiva de todos los baruya a esas presentaciones y representaciones propuestas por su sociedad, adhesión que está en relación con los diversos grados de aceptación individual y social y por lo tanto de cooperación, para la reproducción de su sociedad.
Si las presentaciones y representaciones, penetran en cada individuo baruya, desde su nacimiento, ellas llegan a ser el motor que les anima a la acción, acción que hace que un individuo baruya no pueda existir ni desarrollarse más que reproduciendo a través de sus relaciones con el otro y consigo mismo, las formas de organización y pensamiento sobre las cuales se fundamenta su sociedad.
Según David Le Breton, “El cuerpo…. pertenece por derecho propio a la cepa de identidad del hombre. Sin el cuerpo que le proporciona un rostro, el hombre no existiría”… “En las sociedades tradicionales el cuerpo no se distingue de la persona”… “Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son tributarios de un estado social, de una visión del mundo y dentro de esta última de una definición de persona. El cuerpo es una construcción simbólica y no una realidad en sí mismo”…“El cuerpo parece algo evidente, pero nada es, finalmente, más inaprensible que él”. (LeBreton 1990, 7-14)
El cuerpo nos permite pasar de la idea de “individuo” (aislado en su identidad, indivisible y cuyo límite diferencial es la piel) a la idea de “sujeto” (ser en el cual su comportamiento o sus actos no son meramente reactivos). De allí a la consideración de “subjetivo”, para designar lo relativo al sujeto, es decir lo relativo a nuestro modo de pensar o de sentir.  
En cambio la representación de “persona” (en nuestra cultura es el oponente de animal o cosa, este término se aproxima a designar ser humano, pero no se superpone a él). En nuestra cultura existen creencias sobre personas no humanas (Padre, Hijo y Espíritu Santo), personas angelicales, malas personas etc., Pero también tenemos seres o cosas que son humanos pero no personas así nadie dice persona al hombre de Neandertal.
El cuerpo es el lugar donde convergen lo orgánico con lo imaginario, lo real con lo simbólico, lo individual con lo socio-cultural. Pero también es el lugar de la memoria, en donde se mezclan lo genético, lo arquetípico, lo ancestral y la historia de la vida cotidiana
 Se puede asegurar que las sensaciones, el conocimiento, la solidaridad, la gratitud, la búsqueda de singularidad, son acontecimientos que solo pueden suceder en el espesor del cuerpo, que no es sino el lugar donde se desenvuelve la vida; el cuerpo es el sitio donde se asienta y se reproduce la cultura, de la misma forma que el alma -la psiché griega- no es sino una representación ávida de un cuerpo que anidar; el alma no es una sustancia incorpórea, sino un enjambre de símbolos que buscan afanosos un cuerpo para reproducirse ya que los símbolos, es decir la parte representacional de la cultura, no soportan la desencarnación y nos persiguen todo el tiempo buscando nuevos gestos para poder comunicar cosas.
Esto que llamamos cuerpo, para hacer referencia a la totalidad del ser humano que es capaz de producir cultura, no es sino ese instrumento adaptativo que ha sido imaginado, construido, presentado y representado por el ser humano que le permite superar su condición eminentemente biológica y pasar de la adaptación genética a la adaptación social. Un niño, desde su nacimiento, tiene completa su información genética que influirá en su comportamiento biológico pero también y al mismo tiempo es aprisionado por signos, como la cuna que le espera, los pañales del color respectivo dependiendo del sexo, los juguetes para que se entretenga, los nombres que le integran a la tradición familiar y también por símbolos de diversa índole, que los miembros de la sociedad han creado para producir y reproducir su cultura.
El pensamiento anatomopatológico que sustenta el modelo médico hegemónico, se pregunta a través de sus representantes los médicos ¿hay algo más natural que el hígado que estoy palpando?, ¿se puede dudar del funcionamiento cerebral?, ¿se podrá desconocer que la sangre oxigena los tejidos?. Este cuestionar es válido pero incompleto, ya que privilegia los aspectos biológicos, materiales y objetivos del ser y deja de lado o ni siquiera considera a los aspectos inmateriales, inefables, representacionales, culturales. Lejos están de comprender que su saber, al cual le ofrecen lealtad incondicionada, es una construcción cultural y que el cuerpo que admiten como natural, no es sino otra construcción cultural, en donde se inscriben signos y símbolos que pueden ser vistos solo por aquellos que comparten su mismo sistema de códigos, de tal forma que en donde los médicos ven una masa de tipo tumoral otro grupo perfectamente puede ver un acumulamiento de sangre que le es repugnante y causa de dolor y miedo.
Si superamos la fría y razonadora lógica cartesiana, que considera al cuerpo en solo su aspecto físico-biológico o materialidad orgánica (desde donde se intenta explicar la totalidad de la vida) y proponemos una mirada más amplia, el cuerpo se revela como una construcción simbólica influida por la cultura, en donde se anidan las diferentes representaciones, que son sacadas de las experiencias, creencias y saberes compartidos a lo largo del tiempo. Cada sociedad se representará el cuerpo de acuerdo a su cosmovisión vigente, a sus categorías de verdadero o falso, sus posturas frente a la existencia, su relación con la vida y la muerte, con el trabajo y el placer, según como defina a lo humano y su relación con la naturaleza y los otros seres humanos, el cuerpo entonces adquiere sentido, revelando en sí, una postura filosófica, ética e ideológica.
 
Si una persona considera su cuerpo como una materialidad objetiva cuando se enfrente a la enfermedad buscará que se los arreglen los mecanismos alterados y pronto regrese la salud y normalidad. Si por el contrario el cuerpo para otros es morada del espíritu, cuando la enfermedad se manifieste buscara ayuda en las deidades u otras formas de curación mediadas por seres humanos poseedores de dones especiales. Para otros pertenecientes a ciertas comunidades en donde el cuerpo como individualidad no existe entonces tendrán que evaluar el comportamiento social ya que la enfermedad particular puede deberse a un aviso o castigo de las deidades y para el regreso de la salud no vacilarán en usar plantas medicinales. En ciertos sectores de Sangolquí cuando aparece la enfermedad en primera instancia se emplean substancias naturales y poco elaboradas para la recuperación del funcionamiento corporal, en donde los emplastos, uso de infusiones y cataplasmas no faltan. Sin embargo otra parte de la población lo que quiere frente a la enfermedad es el funcionamiento normal del cuerpo sin importar con que método se logre el objetivo, lo importante es que estos procesos sean indoloros, no costosas y eficaces.


[1] Dr. Alexander Lowen, Bioenergética, pag 58.
[2] La calobiótica china considera que la naturaleza y los seres humanos se corresponden. Lo que está por encima de todos los seres se llama cielo; debajo de todos los seres, tierra. El cielo tiene cuatro estaciones. La naturaleza comprende cinco elementos: madera, fuego, tierra, metal y agua. Una persona tiene cinco órganos para disolver los cinco humores y producir, alegría, tristeza, miedo, ira y preocupación.
[3] Fundamentos de Acupuntura y Moxibustión de China, 1984, Ediciones en Lenguas extranjeras, Beijing, China.
[4] Diccionario de Filosofía Tomo 1 José Ferrater Mora. Pag 754.
[5] Diccionario de filosofía tomo 1 José Ferrater Mora pag 755.
[6] Especialista en medicina egipcia.
[7] Especialista en medicina babilónica.
[8] Cuerpo, Parentesco y Poder. Perspectivas antropológicas y críticas, estudio realizado entre los Baruya de Nueva Guinea
[9] Para los baruya, espíritu es cualquier cosa que se encuentra alojada en la cabeza, bajo la cima del cráneo, el espíritu llega al cuerpo tardíamente y es generalmente de alguno de los antepasados que vuelve al cuerpo de sus descendientes. Los espíritus vuelan como pájaros y recorren todo su territorio

 

 

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