Sentipensares » Sabor a Miel - Carolina Cazaux

Última actualización: 28/04/2009
A veces es preciso detenerse, mirar alrededor y hacia atrás, y reflexionar sobre lo que está ocurriendo. Para no perderse en el camino, para recordar los ensoñares y las fuerzas amorosas que nos impulsan y nos guían, para impregnarnos del misterio del sentido manifiesto en el andar.
Es éste un canto de esperanza, una voz que viene del centro de la Madre Tierra entrando por mis raíces y nutriéndome, acelerándome el correr de la sangre y la savia para que este canto se eche a volar.
Estoy ahora enraizada, detenida pero no del todo sino con movimiento cansino que me permite ver-sentir-pensar al mismo tiempo y preguntarme cómo seguir. Y en esa pregunta descubro la trampa, porque esa respuesta no está en mí únicamente sino en mí junto a todo lo demás y todos los demás, es una respuesta que nace del interser.
Entonces vuelvo a hacerme preguntas nuevas y viejas mientras voy mirando el colorido de las flores, la destreza y dedicación de los horneros, la transparencia del agua que le da brillo a las hermosas rocas que se dejan recorrer por ella, la dignidad de los árboles, la espesura del cielo nocturno, las brazas que aún arden en el sol, la fecunda tierra que me sostiene, la sabia Naturaleza que somos y la impostergable necesidad de replantearme a mí misma. Y al ver todo esto, me siento más tranquila porque sé que todo está bien.
Oigo en este canto otras voces, tal vez de amigas y amigos, tal vez de la sangre familiar, tal vez de personas que no conozco, tal vez de magos y de brujas o de los dioses del viento. Quizá de mares o montañas, o quizá de todos ellos y de todas ellas.
Me alegra esta melodía que me ha mermado el paso para recordarme quién soy y qué hago. Porque en la prisa había empezado a sentir que me estaba desdibujando, como perdiendo el rumbo. Y bajo este sol divino que me acompaña, descubrí la belleza de mirar alrededor aunque no se sepa qué hacer. Contemplar el paisaje alivia el alma y moviliza hacia la búsqueda, una búsqueda que por sí misma es esperanzadora y abraza la fe. Contemplar el paisaje es contemplarme, conocerme y recordar.
Vuelvo a sentir el vértigo de otra época, empieza a vibrar cada vez que me acerco a un abismo. La inmensidad asoma abriendo sus brazos y esperando mi vuelo. Hay un instante único previo a saltar, un momento mágico en el que el tiempo es eterno y todo el Universo me toma las manos, donde puedo sentir infinitas posibilidades porque todo es posible allí. Cuando veo esa cola de pavo real desplegando su belleza colorida, un suave hormigueo en el cuerpo me va anunciando la proximidad de ese instante maravilloso.
En cada nuevo vuelo voy juntando sueños como colores en mis alas, y abrazada a ellos, cada vez más alegres, cada vez más libres.
 
Carolina Cazaux
22 de agosto de 2008

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