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Última actualización: 17/06/2009

SALUD COLECTIVA Y DIÁLOGO INTERCULTURAL

Resumen de una investigación en el norte de la Provincia de Santa Fe, Argentina *

 

La motivación y las percepciones

Esta investigación se fue gestando desde las vivencias durante el andar “haciendo salud pública” en las áreas rurales del norte argentino.
Este hacer salud pública, esto de “vivenciar” la salud pública, es lo que nos llevó a ese “tiempo de latencia en el origen del trabajo científico”, sobre el cual nos advierte Moles: una etapa en donde el papel de la imaginación predomina sobre el de la ordenación formal y lógica. (1)
Nos fuimos dando cuenta que las vivencias son un instrumento del conocimiento. “Vivencia es lo que realmente tenemos internalizado en nuestro ser psíquico, lo que realmente estamos sintiendo, teniendo en la plenitud la palabra tener”, nos define García Morente. ( 2)
En el fluir de las vivencias vamos tomando consciencia de una interrelación cotidiana con personas, familias, grupos, comunidades poseedoras de culturas propias, diferentes a la cultura occidental, eurocéntrica, dominante.
Es verdad que apreciábamos diferencias culturales entre comunidades de pueblos originarios de diversas etnias (Qom, Wichí, Pilagá. Mocoví, Guaraní) y entre ellas y las comunidades campesinas criollas y de éstas entre sí (correntinas, santiagueñas)
Sin embargo fuimos descubriendo en todas ellas algo en común: se sienten parte-de-la-Naturaleza. Este “sentir” las diferencia notablemente de la cultura occidental.
A pesar de la dominación a que son sometidas por siglos, estas culturas nunca perdieron este sentir de pertenencia. En tanto la cultura occidental se caracteriza por la fractura “ser humano / Naturaleza”.
Esta manera de sentir la Naturaleza en una y en otras culturas, genera actitudes éticas diferentes con consecuencias que impactan cotidianamente en la salud humana y en la salud de los ecosistemas. Para las culturas tradicionales los seres humanos son parte de los ecosistemas locales.
Actitud de dominación y explotación y competitividad en la cultura occidental.
 Cooperancia, pertenencia y respeto a toda forma de vida son las actitudes que se evidencian en las culturas campesinas y de pueblos originarios.
Al mismo tiempo fuimos percibiendo tres caminos, tres conductas, que de manera no excluyente, adoptan las familias campesinas para resolver problemas de salud:
a)      dirigirse a las doctoras o doctores del hospital o de la clínica del pueblo (el trato de “doctora” o “doctor” se refiere a las personas con título)
b)      acudir a las médicas o médicos de la comunidad que tienen el don de curar (“médica” y “médico” son términos que se aplican a las personas que saben y pueden curar, llamadas también “sanadoras” y por parte de gente de la ciudad, “curanderas”)
c)      “hacer cosas entre nosotros”, en el seno de la familia, compartiendo con las familias vecinas.

Formulación del problema y de los objetivos

Esto último es lo que nos impacta y nos va llevando a formular el problema que nos induce a emprender la investigación.
Este “hacer cosas entre nosotros, en familia y en la comunidad” provoca efectos deseados en términos de alivio de síntomas y de curaciones y, además, evidencian singulares atributos que le otorgan un perfil notoriamente distinto a las practicas tanto de las “doctoras y doctores” como de las “médicas y médicos”:
·        la modalidad es autogestiva, no dependen de nadie
·        generan alegría tanto al aplicarlas y enseñarlas como al recibirlas y aprenderlas.
De esta manera formulamos el problema que nos da inicio al proceso de nuestra investigación:
  • ¿Cuál es la génesis de estos saberes que generan prácticas autogestivas?
  • ¿Qué existe en la esencia de los mismos que provocan ese ser y estar en alegría?
Dar respuesta a estos interrogantes nos obligó a formular objetivos para orientar y operativizar las actividades de este proceso:
1)      identificar las prácticas autogestivas
2)      detectar la procedencia de los saberes
3)      conocer las significaciones que los protagonistas dan a sus prácticas
4)      descubrir las regularidades que se presentan tanto en “el decir” como en “el hacer”
Dispuestos a realizar la investigación, nos debimos acotar por razones de factibilidad a comunidades campesinas criollas del norte de la provincia de Santa Fe.

Metodología cualitativa

¿Cómo encarar el proceso de esta investigación?
Nos pareció que el camino estaba en adoptar el enfoque cualitativo.
Este enfoque genera un proceso durante el cual “el investigador va al escenario y a las personas en una perspectiva holística; las personas, los escenarios o los grupos no son reducidos a variables, sino considerados como un todo” (3)
A este atributo esencial del enfoque cualitativo lo apreciamos como clave para el trabajo intercultural.
Trabajar con personas, familias, grupos, comunidades poseedoras de culturas que se posicionan ante la vida como “parte-de” significa asumir una actitud dialógica para comprender este posicionamiento (diferente al occidental que se posiciona “por fuera” y más aún “sobre la Naturaleza”)
 Intuimos que esta metodología cualitativa, al encarar el mundo empírico como un todo, nos proporciona el espacio necesario para construir un puente comunicacional entre el mundo popular campesino y el mundo académico: entre el saber de los libros y el saber de la vida.
De hace años venimos proponiendo el “diálogo intercultural” para la teoría y la práctica de la salud pública. Inicialmente expresamos que no solamente nos referimos a una actitud de respeto a los pueblos de otras culturas, (con ser importante el respeto como un primer e indispensable paso para luchar contra la creciente ola de discriminación y racismo). “Se trata de poseer una actitud hacia el diálogo, una disposición de aprender del otro”. (4)
El “punto de encuentro” entendíamos que tenía que ser “lo que se ve”, es decir las conductas. “La conducta humana, lo que la gente dice y hace, es producto del modo en que define su mundo”.(5) La conducta es lo que se ve, por lo tanto “es necesario profundizar para conocer una cultura y no solamente observar sus conductas”.(6)
Compartiendo estas premisas, nos decidimos a utilizar dos procedimientos para la recolección de datos en el trabajo de campo, con la intencionalidad de abordar más allá de las conducta, de “aquello que se ve”:
  • entrevistas (“lo que la gente dice que hace”)
  • observación participante (“lo que la gente hace”)

El trabajo de campo: datos, análisis, interpretaciones

Reunimos 70 entrevistas, realizadas en el período Julio de 1997 a Septiembre de 1999, mediante tres entradas a campo, aplicando la estrategia del “muestreo teórico” propuesta por Glaser y Strauss. Lo relevante es que el universo esté conformado por “casos” con potencialidad para aportar a las comprensiones de lo que se quiere estudiar: “un tipo particular de personas que ha pasado por ciertas experiencias”.(7) No fueron entrevistas idénticas, ya que aplicando esta metodología “el analista a la vez recoge, codifica y analiza su información y decide qué datos escoger inmediatamente después y dónde encontrarlos...” (8)
Siguiendo a Glaser y Strauss: “el criterio para juzgar cuándo detener el muestreo...es la saturación teórica de la categoría. Saturación significa que nos e halla ninguna información adicional...” (9)
Por otra parte acudimos a las notas tomadas en encuentros de familias y de grupos convocados para intercambio de conocimientos, experiencias y reflexión, realizados en ámbitos locales e interzonales con participación de las familias campesinas criollas del área escogida (norte de la provincia de Santa Fe)
Participamos en 32 eventos, acaecidos entre Mayo de 1993 a Noviembre de 1999, en los cuales observamos personalmente la realización de estas prácticas autogestivas. En sintonía con la propuesta de diálogo intercultural, esta recolección de datos no pudo ser otra que asumiéndonos como “observadores participantes”, ya que es necesario sentirse involucrados, uno más entre iguales, y no ponerse fuera del escenario. Esto significa el estar, compartir, vivenciar con todas y con todos el encuentro. Por ello, una vez finalizado los mismos, generalmente al día siguiente, como una actividad más, nos ocupábamos de registrar “los datos”, lo que sentíamos como lo más relevante de todo lo vivido.
Presentar-analizar-interpretar los datos fue una sola operación. Dicho de otro modo, operaciones en simultáneo.
Tanto las entrevistas como las interacciones en los encuentros provocaban un continuo surgir de datos, que al percibirlos configuraban una suerte de “tabulación mental”. La “lectura” de este ordenamiento nos proporcionaba un confluir de la implícita interpretación de los protagonistas con nuestras propias perspectivas. 
Es lo que entendemos cuando Floreal Forni nos habla de la “doble hermenéutica”, en donde “hay que tener en cuenta la capacidad interpretativa de los sujetos en estudio, y la interpretación que a su vez lleva a cabo el investigador desde los conceptos de su disciplina y las reglas de su método” (10) Para nosotros “doble hermenéutica” es sinonimia con la propuesta de “diálogo intercultural”
En nuestros primeros hallazgos (mediante dos entradas a campo con un total de 51 entrevistas) identificamos 20 prácticas autogestivas, es decir saberes y procederes democratizados, sin secreto alguno, “que quien quiera aprenderlo lo aprende” y “no dependen de nadie”, al decir de algunas personas entrevistadas.
Siendo uno de los objetivos identificar prácticas y fuetes de conocimientos, propusimos el siguiente agrupamiento:
(1)    Prácticas que reconocen su origen en conocimientos ancestrales, adquiridos en el propio hogar y/o en la comunidad a través de personas mayores: fricciones, cataplasmas, grasa de yacaré o iguana para beber, quemadillo (agregar un té al azúcar quemada), vapor de agua, fomentos calientes.
(2)    Prácticas “apropiadas” por las familias, recociendo su origen en instancias de encuentros de intercambio: jabones, masajes rostro-cuello, masaje cepillado, piedra negra, control del peso de los niños, control del cloro en agua, alimentación sana, método diagnóstico bioenergético, reflexología podal.
(3)    Prácticas que ya eran conocidas ancestralmente y que en los encuentros “se perfeccionaron”:  jarabe, pomadas, orinoterapia, tés, dígitopuntura.
Estas veinte prácticas son narradas describiendo sus técnicas, usos y resultados. Se revela que se aplican combinadas con otros procederes (baños, gargarismos, aplicación de aceite, etc.) y que se deben observar determinadas actitudes concurrentes durante la realización de las mismas (meditación, ejercicios, caminatas, música, acompañamiento, estar tranquilo, con alegría, con buena voluntad, etc.)
Las personas entrevistadas mencionan que el total de estas prácticas combinadas con otros procederes y especiales actitudes,   da respuesta a 63 problemas de salud-
En una tercera entrada a campo, se solicitó “apelar a la memoria del cuerpo” a 19 personas, para que describieran “cosas aprendidas para el cuidado de la salud”, tanto en el hogar como en encuentros. Surgieron así 38 prácticas aprendidas de personas mayores y 47 en los espacios de encuentros de intercambios.
Esta nueva recolección de datos nos reveló el panorama de la visión integral de la salud que poseen estas culturas, ya que se describen prácticas que se aplican al cuerpo (uso de plantas, remedios caseros), otras que se refieren al respeto por la propia persona y por uno mismo (buenos valores, defender la salud, cariño,), otras al respeto por la Naturaleza (quererla y defenderla, cuidar el suelo), otra que se relacionan al modo de alimentarse y la producción de alimentos (cuidar la comida de los niños, criar animales, pescar, huertas orgánicas); y otras tales como mirar la Luna, curar la casa, etc.
Estos hallazgos nos permitió aprehender lo que nos parece lo más relevante en esta investigación: no se trata de prácticas acompañadas de determinadas actitudes, sino de una unidad indisoluble que llamamos “práctica-actitud” (Así como la luz siendo una sola, es “onda-partícula” al mismo tiempo)
En este proceso de recolección-análisis-interpretación como una sola operación, van surgiendo las regularidades que se constatan tanto en “el hacer” (registro en instancias de observación participante) como en “el decir” (el decir sobre lo que se hace, expresadas en entrevistas logradas en las tres entradas a campo):
  1. es necesario “estar bien” para ofrecer la práctica
  2. debe ser personalizada, manifestando afecto
  3. ofrecida y realizada de manera solidaria, con disposición de compartirla y enseñarla
  4. siempre preguntar a la persona si desea y está dispuesta a recibir y/o aprender la práctica
  5. tener seguridad para realizarla
  6. convencimiento de los buenos resultados
  7. accesibles, “al alcance de la mano” y muy “fácil de transmitir”
  8. visualizar que es para beneficio de toda la comunidad
  9. autogestivas: “no dependemos de nadie”
Son regularidades que se constatan tanto en el decir como en el hacer de todas las prácticas. Se podrá conocer perfectamente la técnica, los pautados pasos de los procederes, y sin embargo, si no se da alguna de las regularidades constatadas, la práctica no se realizará. No existe una disociación entre la técnica y la actitud. El componente afectivo es un valor asociado.
Un esquema de interpretación
Entendemos que se trata de las relaciones entre dos actores: quien ofrece la práctica (no de quien “la hace o enseña”) y quien acepta la práctica (no de quien “la recibe o aprende”). No existe un posicionamiento de superioridad y de poder ni tampoco de sumisión y dependencia.
La esencia de las prácticas son las relaciones de estos dos actores en las siguientes tres dimensiones:
  • cada uno con la practica en sí misma
  • entre uno y otro
  • cada actor consigo mismo
Mediante el siguiente esquema de interpretación que proponemos (ideado por Matilde Spezzi), se pretende visualizar estas relaciones de donde emerge el atributo liberador en todas ellas, dándoles en esta instancia la denominación de “práctica-actitud-liberadora”.
Este atributo “liberador”, lo distintivo de estas prácticas-actitudes, nos da respuesta a la pregunta sobre cuál es esa esencia de las practicas (“prácticas-actitudes” decimos ahora) que generaría esa alegría y felicidad, tanto en quien la ofrece como en quien la acepta. Mujeres y hombres reunidos en un taller regional expresaron: “la libertad es un valor que nos hace dignos como personas y la dignidad es importante componente de nuestra salud” (11)
 
 
 
 (Autora del esquema: Lic. Matilde Spezzi, Salta, Argentina)
 
“Práctica-actitud-liberadora”, va más allá de un propósito de curación. Para la concepción de estas culturas, la salud no es una “normalidad estática”. Todo lo contrario. Se trata de un proceso dinámico, en donde a medida que se profundizan y se fortalezcan esas relaciones armoniosas entre todos y con toda la Naturaleza (siendo parte de ella misma), se logra un “continuo ganar en salud”
“Práctica-actitud-liberadora” como una unidad esencial, lleva a profundizar lo que significa para la vida la trama de relaciones y ahondar en la estructura energética de los seres vivos. Nos planteamos un debate epistemológico y una discusión acerca de los paradigmas científicos y culturales.
Las vivencias en el campo de la salud pública nos lleva a reiterar la propuesta: diálogo entre diversas culturas en igualdad de nivel y de relación.
Un compartir que implica confrontar los valores de nuestra cultura con los valores de las otras culturas, dispuestos a aceptar los cuestionamientos que surjan y a re-crear otros modos de relaciones sociales y ambientales que nos permitan resolver las necesidades humanas de manera solidaria y sustentable.
 
Notas bibliográficas
 (1) Moles, A. En La Creación Científica, Taurus, Madrid, 1986, citado por Samaja, J., Epistemología y Metodología, EUDEBA, Buenos Aires, 1993, Pág. 2
(2) García Morente, M. Lecciones Preliminares de Filosofía, Losada, Buenos Aires, 1952, Pág. 2-3.
(3) Taylor, S.J. y Bogdan, R., Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Paidós, Barcelona, 1996, Pág. 20
 (4) Monsalvo, J., Diálogo intercultural: una propuesta para la salud pública; Revista de la Escuela de Salud Pública; Facultad de Ciencias Médicas; Universidad Nacional de Córdoba; vol. 6, Nº 7, 1995
(5) Taylor, S. J. y Bogdan, R.; op.cit., pág.2
(6) Charpentier, J., Aprender haciendo,  Incupo, Reconquista, Arg., 1981
(7) Taylor S.J. y Bogdan, R., op. cit., pág. 109
(8) Glaser, B.G. y Strauss, A.L., The discovery of grounded for qualitative research; Aldine; Chicago, 1967, capítulo III
(9) Glaser, B.G. y Strauss, A. L., op. cit.
(10) Forni, F., Gallart, M.A. y Vasilachis, I., Métodos Cualitativos II, La práctica     de la investigación; Centro Editor de América Latina; Buenos Aires; 1992, pág. 87
(11) Saberes Vivos y Diversos, cartilla del Taller Regional de Salud Popular, INCUPO, 1997, pág. 84
 
* Síntesis del libro “Salud Solidaria”, edición del autor, 2001

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