Medicinas Tradicionales, Naturales y Bioenergéticas » Terapia Neural y Odontología Neurofocal - Experiencia de un EncuentroÚltima actualización: 17/06/2009
Congreso Mundial de Terapia Neural
y Odontología Neurofocal
Cuba 2004
Terapia Neural y Odontología NeurofocalExperiencia de un EncuentroSandra Isabel Payán, sandraisabelpayan@hotmail.com
Jorge Humberto Petta, pettaval@hotmail.com
Centro Médico Amporá-Calí-Colombia
La medicina y la Odontología son entendidas como dos disciplinas diferentes, sin relación la una de la otra, a pesar de ver las mismas materias básicas. ¿Que pasa?. Los benditos objetivos. Mientras el médico tiene metido en la cabeza que debe saber de todo menos de la boca, el odontólogo tiene metido en la cabeza que debe aprender todo de la boca pero nada del resto del cuerpo. Hay una total independencia entre los dos profesionales. “No te metas en mi camino y yo no me meto en el tuyo”. “No nos pisemos las mangueras”.
Qué lástima con los médicos: muchos años estudiando todo el cuerpo para luego terminar preocupándose sólo por una parte: los oídos, el estómago, las arterias o la articulación de la rodilla derecha. Hoy en día se llega al colmo de proponer que sólo se estudie lo que se necesita: “si me gustan los oídos, sólo veo la anatomía, fisiología, histología etc. del oído”, ¿para qué más, si hay otros especialistas que se encargan de las otras partes del cuerpo? Ahora, para que el paciente no tenga que ir de lado a lado, y se sienta como que lo están atendiendo integralmente, le construimos una gran clínica donde se prestan todos los servicios. “Todo muy cerca de usted”, y además: “por favor pague antes en la caja que queda en la entrada, para que lo podemos atender”.
Y qué pena con los odontólogos, de hecho ya son especialistas de los dientes, pero no contentos con esto ya quieren saber más y sólo de una cosa. Aparecen entonces los que tratan los nervios, otros que se preocupan mucho del ligamento del diente, otros más integrales saben mucho de rehabilitación, otros sólo atienden niños porque les gustan mucho, otros sólo atienden adultos porque no les gustan los niños, y otros montan centros odontológicos integrales en donde en un lado te sacan el nervio, en otro lado sacan las muelas, en otro lado arreglan los ligamentos y cuando el diente esté listo, llega donde el rehabilitador; todo en un mismo sitio: integral, ¿no?. Y claro, si no ha tenido clases de cómo cepillarse los dientes, no puede ir donde los 5 profesionales que lo asechan y le exprimen su bolsillo.
Qué pena decirlo, pero esa es la realidad con que salimos de las facultades de salud. Aunque hoy en día deberíamos decir que salimos de las facultades de enfermedad, pues durante la carrera nos enseñan tanto y tan bien de cómo atender al enfermo, o mejor a la enfermedad, que se olvidan de mostrarnos un paciente sano. Hay que aclarar que un paciente sano no es aquel que tiene una PA 120/ 80, unos neutrófilos del 70 %, unas plaquetas de 300.000, una altura de 1.75 m, un peso de 70 Kg, unas medidas 60-90-60, unos dientes blancos y parejos, etc. etc. Paciente sano, es el que ya no le importa que un pie sea mas cortito de otro, que todas las mañanas amanezca con mocos, que de vez en cuando su orina sea muy amarilla, que su canino superior esté montado en la encía; paciente sano es el que ya le dio la gracias a Dios por haber compartido 3 años de felicidad con su hijo que acaba de morir. Ese si es un paciente sano, él que se relaciona tan bien y tan estrechamente con su enfermedad, que logra entenderla, compartirla y superarla sin ayuda de nada ni de nadie. Paciente sano no es el del modelo de salud que nos viene importado de otro país diferente al nuestro geográfica, cultural, social y ancestralmente. No existe un modelo universal de salud. Pero es así como salimos de nuestras facultades, con una ceguera paradigmática tal que nos impide ver que el universo en el que vivimos es otra cosa muy diferente del que siempre nos han mostrado.
Pero en Alma Ata aparecen las mal llamadas medicinas alternativas. ¡Oh salvación para muchos!. Pues la competencia estaba tan difícil, que afortunadamente podemos hacer otra cosa diferente a la ortodoxia. ¡Benditas sean las medicinas alternativas!!! Y dentro de ellas aparecen la Terapia Neural y la Odontología Neurofocal. Claro, pues hay que ser holísticos e integrales. Y el sistema nervioso integra todo el cuerpo, desde la cabeza hasta el dedo gordo del pie, lógicamente pasando por los dientes. Pero ¡CUIDADO!! Pues seguimos igual de fragmentados. El terapeuta Neural sigue colocando agujas en el cuerpo, y el odontólogo Neurofocal apagando incendios en la boca. “Yo te remito un paciente, si no me lo robas”, se dicen mutuamente. El odontólogo Neurofocal no puede colocar un segmento de tórax, sólo debe ocuparse de los dientes que estén siendo un campo de interferencia. ¿Y que pasa con el médico que se olvida de la importancia de los dientes? “Pero como yo no soy odontólogo mejor contrato a uno que trabaje en mi centro médico y así formamos un equipo holistico”, dice el médico. “Además el odontólogo me va a remitir muchos pacientes”. Eso si: “apenas le quites todos los campos de interferencias me lo mandas de nuevo para yo acabarlo de curar”. Y el odontólogo también esta pensando: “me tengo que conseguir un médico para cuando necesite que le ponga un troncal a un paciente, él se lo pueda colocar”, es que “zapatero a tus zapatos”, ¿no??, además, “el médico me va a remitir muchos pacientes y eso va a mejorar mi calidad de vida”.
¿Acaso hay alguna diferencia entre el centro médico ortodoxo y el centro médico alternativo???
¿No estarán ambos fragmentados???
¿Es cuestión de médicos???
¿Es cuestión de odontólogos???
¿O es cuestión de seres humanos frente a otros seres humanos???
¿Será que lo importante es la aguja, la procaína, los metales en boca o la cordales???
…¿Y la concepción??
¿Será que hay una concepción para los médicos y otra concepción diferente para los odontólogos???
¿Qué pasa con la relaciones, con las redes, con las conexiones ocultas, con la conciencia universal?
¿Será que terapeutas neurales y odontólogos neurofocales nos tenemos que encontrar para montar centros médicos?, ¿para que?, ¿para seguir en las mismas?.
Estas son algunas de las preguntas que nos impulsan en nuestro hacer de cada día en este camino de las terapéuticas alternativas.
La relación entre la terapia neural y la odontología neurofocal es la excusa a partir de la cual queremos aproximarnos a lo que se ha denominado “concepción alternativa”, un espacio que trasciende la idea de técnicas para curar. Creemos que hacer terapia neural se trata más de una “actitud” que nos permite reinventarnos cada día la manera como nos relacionamos con nuestra cotidianidad, en la que se incluye nuestro devenir como terapeutas.
Esta concepción surge como una opción frente a la crisis de la racionalidad mecanicista que ha sido hegemónica en nuestra sociedad. La “concepción alternativa” tiene como características principales: la no fragmentación de las partes; la primacía de las relaciones de cooperación frente a la dominación, imposición, competencia y obligación; el privilegio del sentir, de la subjetividad y del dejarse llevar; el reconocimiento de la autoecoorganización de los sistemas; el respeto de la singularidad; y el reconocimiento del proceso sobre el resultado, que implica la incertidumbre y la creatividad.
En este trabajo queremos contar cómo una relación terapéutica puede expresar la misma concepción de la que en esa relación se habla. Para ello, compartimos algunas de las ideas que han surgido al pensarnos en este camino que “se hace al andar”, en el que hemos sido terapeuta neural y odontólogo neurofocal (por nombrarnos de alguna manera). Es importante anotar que nuestra experiencia, así como toda experiencia humana es incompleta, no tiene principio ni fin definidos, y se encuentra en permanente construcción y transformación.
Vivir la terapia neural nos está enseñando una forma especial de relacionarnos entre terapeutas y pacientes. Estamos aprendiendo, por ejemplo, a no perdernos en los roles que jugamos, ni a asumirnos como “especialistas”; estamos aprendiendo a encontrarnos como los seres humanos que somos, con toda la complejidad y riqueza que eso implica. En esta forma de relacionarnos hay borrosidad entre los papeles; nos disponemos a la posibilidad de encontrarnos TODOS como terapeutas, pacientes, maestros y alumnos al mismo tiempo. Entendemos que la vida nos ha dado la oportunidad de encontrarnos con los otros “haciendo” de médicos, odontólogos o pacientes; y que entonces el secreto puede ser creerlo sólo hasta que sea necesario para el encuentro, no perdernos en estas excusas; algo así como salir y entrar, sin olvidarnos del sentido.
La lógica mecánica no permite relacionarnos con el otro por fuera del rol que se está jugando, hace que nos veamos como seres predecibles, programables y controlables, es decir, lo que no somos; mientras que desde lo biológico (“concepción alternativa”), nos podemos ver como seres complejos, indivisibles, singulares, sensibles y cambiantes, y así nos relacionamos. En lugar de esforzarnos por posar, o aparentar lo que creemos que se espera, nos dejamos llevar por el sentir y nos disponemos a permitir que emerja la vida, depositando en ella toda nuestra confianza. Confiar en el sentido de entregarnos a la sabiduría que nos trasciende y al misterio que para nosotros ella implica, no a la certeza de un resultado.
La especialidad es un artificio que también impide la relación fluida y amorosa entre los seres humanos; fragmenta el conocimiento en parcelas que son útiles sólo para aspectos técnicos, y da la apariencia de que cada una de estas parcelas tienen dueño, es decir, que el conocimiento, universal en su esencia, es propiedad privada. El conocimiento como posesión es asumido como un argumento de poder de unos sobre otros, y de exclusión y de sumisión del que “no lo tiene”. Además, de la misma manera como nos apoderamos de un conocimiento artificialmente fragmentado, nos creemos dueños de los pacientes y de sus órganos, también artificialmente fragmentados, algo así como “coge tú los dientes y yo el resto”, o “yo me encargo de la psiquis y tú de las vísceras”. Es lo que ocurre por ejemplo, en las llamadas “juntas médicas”, las cuales aparentan integración, pero son absolutamente mecánicas ya que nos obligan a actuar como especialistas y a referirnos a “casos”, en lugar de ser seres humanos aprendiendo de otros seres humanos.
Otro de los aprendizajes en esta experiencia, es que vivir es la dicha de participar en la invención permanente de cada paso de este caminar. No hay modelos, no hay guiones, ni protocolos, ni formas ya establecidas de “articular” el trabajo
del odontólogo con el médico y de “hacer centros médicos alternativos”; no hay “siempres” ni “nuncas”. Lo que hay son incertidumbres. Pero no es la incertidumbre del miedo, el castigo y la amenaza que nos presenta el modelo de vida en el que estamos; es la incertidumbre de la esperanza, la alegría y de la confianza en la vida; es el no saber cómo esta vida que sabe se va a manifestar en cada encuentro. Cuando nos perdemos en la esclavitud de las certezas, de los protocolos y de los planes estáticos, dejamos de ver la vida, la sorpresa, y el milagro del encuentro con los otros. Cuando nos rendimos a las incertidumbres, no hay una intencionalidad específica, no nos perdemos en las expectativas, se vive desde el sentir.
Se trata de SER en libertad, de vivir lo que va emergiendo, de dejarse llevar por el corazón y de bailar con la vida. Y en esta forma de caminar nos encontramos con la creatividad. La creatividad llega en el momento justo, cuando nos damos cuenta de ese lazo invisible pero poderoso que nos mantiene irremediablemente unidos al Todo.
La relación que surge de esta concepción, no es entre técnicos ni entre herramientas que les son útiles las unas a las otras, es esencialmente entre seres humanos. No nos “utilizamos” ente sí, nos encontramos para que emerja la vida, para construirnos mutuamente, para compartir la experiencia de vivir de cada uno que se engrandece frente a la experiencia del otro. Además, no nos relacionamos para ser más “efectivos”, lo que puede entenderse como “que se curen más” los pacientes, primero porque la curación es un milagro que no depende de nosotros y segundo porque no se trata de efectividad sino de relacionarnos mejor con la vida.
Entendernos como seres complejos y no mecánicos implica también asumirnos en transformación permanente. En cada encuentro emergemos con nuevas propiedades; cada instante es la posibilidad de descubrirnos una y otra vez, y por lo tanto las relaciones que surgen son también dinámicas, característica que salva nuestros encuentros del aburrimiento y de la rutina. Además, las relaciones no son comparables; en esta forma de relacionarnos no cabe la competitividad, cada relación es diferente, no es mejor ni peor que otra. Emerge el respeto, la confianza, la esperanza y la solidaridad.
Así como el Todo no es igual a la suma de las partes, las relaciones no son resultados predecibles de uniones casuales, sino emergencias de una vida que conspira con nosotros. No basta montar un centro médico alternativo para que surja la relación de la que hablamos, no es un problema de formalidades, normas ni contratos, se trata de disponernos a reconocer y a vivir las redes y sincronías de las que inevitablemente formamos parte.
Entonces, ¿Qué es encontrarse?: un proceso de aprendizaje permanente, en el que todos somos para todos “acompañantes del camino”. Sabemos que no hay formas establecidas de relacionarnos, se trata de “dejarnos llevar”, con conciencia, con sentimiento y pensamiento a la vez...
Es posible vivir la concepción, es posible trascender el discurso y volverlo sentimiento y cotidianidad.
SANDRA ISABEL PAYAN GOMEZ Y JORGE HUMBERTO PETTA VICTORIA |
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