Cartas que salen del cuerpo » Nro. 344 - Vida arbóreaa-iI- 26/11/16

Última actualización: 25/11/2018

Carta 344: 26/11/18

VIDA ARBÓREA-II-

        Transcurre la década del 90… Me hallo en el sur de Chile, en  la Isla de los Ciervos.  Propiedad privada de don Giorgio que vive en  Italia y una vez por año visita la Isla.

        Don Giorgio quiere que esa Isla no se contamine. La provisión de agua a la vivienda, por ejemplo, se hace por gravedad.  No se utilizan motores.

        Don Alonso y su hijo “Patito”, de 17 años, son los únicos habitantes.  

´       Nos reciben muy cordialmente y nos llevan por senderos en donde los enormes árboles son columnas que sostienen una cúpula continua de ramas.

        De tanto en tanto, esa cúpula viva se abre y el cielo nos regala sus variados matices, infinidad de azules celestes, mientras que las hojas danzan con las luces y las sombras.

        Cascadas de cohihues con sus intensísimos rojos, destellos de vida,  iluminan este Templo de la Naturaleza.

        Flores de todos los colores que se asoman traviesas entre los musgos, entre las ramas y los troncos, desparraman sus perfumes y adornan este alegre santuario de la vida en todo su esplendor.

        Caminamos en silencio. Un silencio que nos permite gozar de la sinfonía coral de cantos y arrullos de aves y de arroyos que se deslizan fecundando la tierra.

        Y el suelo me habla. El suelo está vivo. La elasticidad de ese suelo tapizado de musgos, de líquenes, de hojas, de pétalos, me invita a compartir sus vibraciones vitales.  Intuyo que apenas estoy en los inicios de comprender el diálogo de los Pueblos Originarios con la Mamá Tierra.

        De repente, me encuentro con dos enormes árboles, dos columnas formidables que comparten la misma raíz.  Quedo absorto por algo que nunca he visto. Patito percibe que estoy anonadado.  Con una sonrisa se acerca y me dice: “¿Ve?... ¡Comparten la misma raíz! Para mí, aquí bajo el suelo, todas las raíces se comparten…”

        Y en el país de mis  silencios interiores vuelvo a escuchar en mis cuerpos lo que me dijo “Patito”.  Revivencio el impacto de sus palabras. Revivencio mis sentires de la solidaridad de la vida, los sentires de pertenencia, todas y todos los seres nos pertenecemos. Somos Naturaleza. Intersomos.

        La riqueza de la biodiversidad cultural me enseña a desaprender y a aprehender. La Vida me regala conocer diversas culturas de Pueblos Originarios. Descubro que todas tienen algo en común: sienten su pertenencia a la Naturaleza.

        .

¡Hasta la Victoria de la Vida Siempre!

Julio

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