Percibimos en muchas personas un deseo por lo natural.
Se manifiesta por ejemplo, en la elección de alimentos producidos en cultivos agroecológicos y en la manera de prepararlos recuperando la cocina tradicional.
También en el ámbito de la atención de la salud, se aprecia una preferencia por el uso de plantas y tratamientos no invasivos como los masajes.
En algunas personas, llega a ser un clamor volver al estilo de vida natural, lo cual es un signo de vida muy esperanzador.
Algo ha ocurrido para que la especie humana haya adquirido sentimientos y actitudes que no son naturales, tales como el odiar y la agresividad con otros seres humanos y con todas las manifestaciones de vida.
No es posible que la vida humana continúe con tanto odio que genera tanta violencia.
¿Cómo recuperar lo natural y así aportar a la construcción de un mundo de paz y armonía?
Un camino es dialogar con la niña o con el niño interior que siempre está.
El bebé sonríe… y esa sonrisa permanece en tanto recibe afecto y alimento.
El amor es lo natural. Recuperar los sentires de la infancia es lo que necesitamos en estos tiempos de tantos desencuentros y de tantas violencias.
Como trabajador de la salud, habiendo ejercido la pediatría varios años, puedo testimoniar que jamás vi nacer una niña o un niño violento. El bebé es pura ternura.
La violencia se manifiesta cuando en el entorno familiar y vecinal se suceden gritos y golpes. Allí las niñas y los niños comienzan a cambiar sus actitudes. Las niñas y los niños aprenden por imitación… en este caso “mal aprenden”… ¡Una lástima!
Dialogar con la niña o con el niño interior, con sus sentimientos naturales es la consigna.
Necesitamos un mundo de armonía, de apoyo mutuo, de solidaridad. Solidaridad entre todos los seres humanos y de los humanos con toda forma de vida.