¡Cuánto expresan las manos! ¡Gestos, movimientos, comunican con elocuencia los sentimientos!
Dialogando con mi niño interior, revivencié con gratitud, los contactos con las manos de mi Mamá y de mi Papá, en mi más tierna infancia.
Comparto…
Vivíamos en una humilde casita en un Barrio de Córdoba, Argentina.
De noche dormíamos en una sola pieza. Siento que Mamá me tomaba la mano. Me hacía sentir amado, cuidado, protegido.
Tenía unos 4 o quizás 5 años, estaba muy contento con mi tos convulsa, pues mi Mamá me llevaba de la mano todas las mañanitas a caminar por las “quintas”.
Parece que “el doctor” había indicado estas caminatas para que “tome aire fresco”, ya que esto me haría mucho bien para calmar los accesos de tos.
Me sentía muy feliz disfrutando del frescor de esa matutina brisa penetrando en mis pulmones, en tanto mi cuerpito todo se inundaba de dulzuras cada vez que la mano de mi Mamá tomaba mi manita.
Disfrutaba la compañía de Mamá en mis asombros alegres cuando descubría a cada paso la magia de los multivariados colores de las florecillas de las verbenas.
Revivencio también las manos de mi Papá. Por la noche me arropaba y me friccionaba el cuerpito. Si hacía mucho frío me colocaba un ladrillo caliente, envuelto en diarios, en los piecitos. Me sentía muy querido y mimado.
Las manos comunican y dejan recuerdos, que vuelvo a pasar por mi corazón, casi ocho décadas después.