Más allá de la discapacidad » El espíritu de luchar para el buen vivir de todas y todos: Lo que podemos aprender de Matías Cepeda; David Werner, Cuenca, 7/10/13

Última actualización: 12/03/2023

 

Amigos, comparto estas reflexiones que mi amigo David Werner ha escrito sobre mi libro

Sin dudas sus palabras me han emocionado enormemente

Amigos, seguiré compartiendo con ustedes las vivencias tan profundas que mi libro me permite disfrutar…

 

 

El espíritu de luchar para el buen vivir de todas y todos:
Lo que podemos aprender de Matías Cepeda

Homenaje presentado por David B Werner
en el Encuentro Pluricultural para la Salud y Bien Vivir
Cuenca, Ecuador, 7- 12 de octubre 2013

 

Para mí es un gran privilegio y placer poder hablarles algo sobre Matías Cepeda y su libro inspirador. El Silencio que Grita. Hay varios admiradores del libro que comentan sobre la sorprendente sabiduría y percepción tan filosófica de un joven de solo 17 años. Es casi increíble lo que el joven ha logrado escribir.

Desde su infancia, Matías tuvo desafíos enormes para salir adelante. Nació con parálisis cerebral tan limitante que no podía controlar en absoluto los movimientos del cuerpo, ni de la boca para poder hablar. Como él declara en su libro, “Mi cuerpo es una cárcel para mí.” Durante los primeros años de vida, a pesar del cariño tan atento de su familia, el niño vivía muy aislado. Aunque tenía una inteligencia normal -- o más de normal -- Matías no podía comunicar, ni con la voz ni con señas.

Varios admiradores del libro de Matías sin duda dirán, “Es un milagro que un joven tan  discapacitado y psicológicamente aislado pudiera lograr a escribir un libro con tanta comprehensión y empatía humana”.

Pero Matías reconoce que su talento tan excepcional resulta no a pesar de su dura discapacidad, sino gracias a ella. Él mismo escribe,

“Como mis silencios son obligadamente largos, puedo detenerme a mirar mi vida y la de los que me rodean. Acá es donde yo siento que mi vida tiene importancia, porque observando puedo analizar, analizando puedo aprender y aprendiendo puedo ayudar”.

Es decir que su propio sufrimiento le abre el corazón a otros que sufren. La misma pena de no poder hablar , le ayudaba entender a otros en el mundo que -- por ser pobres o despreciados o excluidos -- no tienen ni voz ni voto sobre las decisiones que determinen su vida ... y su salud.

 

De modo que Matías, por estar tan aislado y sin voz por tantos años, desarrolló una visión muy sabia y humanitaria ... la visión de un mundo más unida, con más igualdad, donde todas y todos -- a pesar de sus diferencias o debilidades o anormalidades -- estén incluidos y respectados ... Un mundo en que todos y todas tengan voz y voto!

 

con la boca. Y no tiene control manual para poder señalar cosas con un dedo. Sus manos no le obedecen. Ni sus pies. Él no tiene posibilidad de escribir con un pie como hizo él autor, Christy Brown, que también tenía parálisis cerebral. Brown era el formidable autor del libro, Mi Pie Izquierdo. Pero a los 7 años, con el apoya de una especialista en comunicación, Matías descubrió que podía comunicar. Con tal persona agarrando su mano y ayudando al niño moverlo, Matías podía apuntar a letras en una pequeña “tablita”. De esta manera, poco a poco aprendió a formar palabras -- y por primera vez poder expresarse. Después su mamá aprendió el método, y desde entonces ha sido su traductora principal. De esta manera, para Matías se ha abierto la puerta de un nuevo mundo, dándole una voz, lenta pero segura. Para él, fue una liberación. Y por lo mismo, él quiere ver que todo la gente que son excluidas, para cualquier razón, tenga la oportunidad de ser escuchada y incluida. 

 

Curiosamente, la visión tan inclusiva y noble de Matías corresponde mucha a la visión holística de “buen vivir”, o Suma Kausay, la antigua mística de “inclusión total” de la gente indígena aquí en Ecuador -- lo cual es el tema primordial de esta asamblea.

 

Hay mucho en el libro de Matías, El Silencio que Grita, y también en su sitio web, que refleja los objetivos más radicales del Movimiento para la Salud del Pueblo. Estos promueven “la dignidad y los derechos fundamentales de todos y todas, de una manera inclusiva, saludable y sustentable, que respecta la enorme diversidad e integridad  universal. Es decir que somos muchos y a la vez somos uno. El buen vivir de cada cosita del universo, depende en el bien vivir de todo. 

 

Matías explica que, en su largos ratos de silencio, que ha tenido tiempo de observar y analizar la realidad de su “mundito”. Y realmente el mundito de Matías es el mismo mundo que habitamos todos – el mismo planeta que da vueltas a un sol mucho más grande, que se encuentra en a una galaxia en un universo increíblemente más grande -- y todo, de lo más grande hasta lo más pequeño,  interrelacionado e interactivo.   

 

Dice Matías:

 

“YO soy una parte más de todas las partes que forman mi mundito, y si hago daño a una      de esas partes, mi mundito no será el mismo y por lo tanto yo tampoco seré el mismo.

Si yo quiero ser feliz debo tratar que cada parte de mi mundito esté feliz. Si cada parte está feliz, mi mundito será feliz.

Al decir mi mundito siento pertenecer. No lo digo desde la superioridad sino desde la pertenencia, porque yo no soy más que las otras partes. Todas las partes somos importantes”.

¡Allí está la clave! A mi ver, estas palabras de Matías capturan la esencia de Sumak Kausay; la visión de que todos somos una parte de un ser más grande, y el bien estar de cada uno de nosotros últimamente depende en el bien estar de todos -- en nuestro mundito y nuestro mundote.

En los Estados Unidos la comunidad de personas discapacitados habla mucho de “la vida independiente”. Pero realmente, en este mundo no existe la vida independiente -- para nadie, que sea capaz o incapaz. Todos dependemos unos a otros. Lo que en verdad debemos procurar es una vida interdependiente -- en que todos ayudemos unos a otros, y que no olvidemos ni excluyamos a nadie.

Matías dice lo mismo, así:

“Yo creo que es mejor necesitar a otros que no necesitar a nadie.

 

Me da fuerzas saber que puedo ser útil a los demás, ese es el objetivo de mi vida. Quisiera que mi vida sirviera para que muchas personas encuentren la paz en su alma”.

 

Lo hallo increíble que estos palabras tan sabios vienen de la boca -- o mejor dicho, del dedo -- de un joven. Y más, ¡Matías escribió esto en 2008, cuando solo tenía 12 años!

 

Una vez que Matías logró de comunicar con “la tablita,” entró a una escuela especial para niños discapacitados. Pero se frustraba mucho, ya que los maestros se fijaron solo en su discapacidad, y no en sus habilidades. Por eso nunca captaron lo que él les quería decir. Y así Matías aprendió, de la manera más dura, lo que supliquen toda la gente discapacitada y marginalizada: ¡Fíjense a mis dones, no a mis defectos!

 

Así fue que Matías aprendió la lección clave del “pedagogía de los oprimidos” del brasileño, Paulo Freire, en su metodología educativa liberadora: meramente que el maestro y los alumnos todos tienen conocimientos y experiencias que valgan. Todos -- maestros y alumnos -- debemos aprender unos de otros, como compañeros iguales, en la lucha para cambiar el mundo.

 

Matías expresa este anhelo por de igualdad y aprecio mutuo así:

 

Toda relación implica respetar al otro tal como es, sin sentirse superior, y

entre el alumno y el maestro esto debería ser así también”.

Al concluir, quiero decir que la sensibilidad y sabiduría del joven Matías viene no solamente de su silencio, sino de una comunicación de muchas formas -- por vía del cariño y amor -- que ha tenido con su familia y sus amistades. Al principio de “El Silencio que Grita” el dedica su libro a su mamá, papá, hermano, hermana, tías y muchas amistades, pero entre ellos, lo dedica:

          “A mi Abuelito y Sandrica, impulsores de mis escritos y reflexiones”.

 

El  único de estas buenas personas que yo conozco es el “abuelito,” Julio Monsalvo, un sabio humanitario y luchador incansable para la salud del pueblo. Y qué bueno que Julio está presente con nosotros en esta asamblea. No tengo duda ninguna en que la sabiduría y compasión del nieto de Matías viene en parte del amor y convivencia que han compartido estos dos “mahatmas” -- o almas tan grandes.

 

Si nosotros los seres humanos, pudiéramos aprender lo que aprendió Matías en su silencio, y en su observaciones y análisis de su “mundito”, tuviéramos mayor probabilidad de lograr un mundo más y inclusivo y justo, en que la “Salud para Todos” sería una realidad.

 

 

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