Artículos Varios » Derechos del Agua - Adriana MarcusÚltima actualización: 12/11/2010
DERECHOS DEL AGUA
Donde hay una necesidad hay un derecho, decía –entre otros- la Abanderada de los Humildes, hoy devuelta al estado de legalidad, luego de proscripciones y vejámenes póstumos.
A veces confundimos “necesidad” con “satisfactor”.
Hay bien pocas necesidades. Lo que varía –por razones culturales y de clase social- son los satisfactores. Por ejemplo, si tomamos la necesidad de alimentarnos, ésta es universal, pero unos comen tortas fritas 1 vez por día y otros pueden acceder a palmitos, champiñones, bife de lomo de primera y abundante fruta exótica dos veces por día, si les place. Respecto a la necesidad de protección y abrigo, unos consiguen ropa usada en la sala de espera del Centro de Salud del barrio dejada allí por quienes limpiaron sus placares, mientras que María Julia por ejemplo respondió a esta necesidad con un abrigo de piel. (1)
La necesidad básica, basiquísima si se me permite el neologismo superlativo, de todo ser vivo es en primer lugar el aire (que debe ser puro, limpio, sin contaminantes, lo cual hasta hace un tiempo parecía ser una obviedad pero ya no lo es), luego el agua y finalmente la comida. Se puede estar 3 meses sin comer, tres días sin tomar agua y 3 minutos sin respirar. Aire, agua y alimento son las más elementales necesidades que debemos satisfacer a través de las actividades que desarrollamos en la vida cotidiana. Luego vienen las demás.
¿De dónde viene el agua, de dónde el aire, de dónde el alimento? Esto puede responderse releyendo manuales de quinto grado de la escuela primaria, que muchos hemos cursado, sobre todo los funcionarios que acceden a cargos públicos, que deben demostrar al menos 7mo grado aprobado. No escapan a estas condiciones los funcionarios neuquinos.
De todos modos, está bueno repasar el origen de la vida en la novedosa versión de James Lovelock y Lynn Margulis (se puede googlear). Novedosa significa que fue propuesta hace ya 40 años. La teoría Gaia (1969) explica cómo fue que un infierno de fuego y cenizas se pudo convertir en el paraíso de vegetación, mares, montañas y animales del que formamos parte (y que algunos miembros de nuestra especie está empecinada en destruir) .
Considera a la biosfera como un único gran organismo viviente, de piel azul (vista desde el espacio), formado por el conjunto de seres vivos que poblamos el planeta, y esa biosfera es la encargada de generar, mantener y regular sus propias condiciones medioambientales de existencia. La vida misma se autoregula y se autogenera. Cada organismo forma parte de otro mayor, a tal punto que podemos perder de vista al que nos contiene (Gaia) o al que nos habita (bacteria). Por ejemplo, el oxígeno constante en nuestra atmósfera es lo que asegura nuestras vidas, y quien produce ese oxígeno es la propia vida del planeta, concretamente las plantas: el propio sistema se ocupa de su propia homeostasis. En esta historia, las bacterias tienen una importancia fundamental, como primeras generadoras de oxígeno, y el fitoplancton (microflora marina) como mantenedor de la proporción de sales en el mar, sutiles guardianas de todo el sistema Gaia.
La evolución de los organismos vivos y la evolución de nuestros entornos están tan estrechamente relacionadas, que debemos considerar a ambos como una única unidad indivisible en proceso permanente de cambio, entrelazados en ese movimiento conjunto para seguir vivos en necesaria interdependencia, en una perpetua danza, entrelazados en ese movimiento conjunto para seguir vivos.
Dentro de esta mirada, el agua es a Gaia lo que la sangre es a cada uno de nosotros. Cuando desangramos a un ser humano, muere. Cuando desangramos a la Tierra, quitándole el agua, o envenenamos su aparato circulatorio con sustancias altamente tóxicas, estamos matando nuestra vida colectiva.
El concepto de “organismo autopoyético” y de vida como proceso autopoiético (2) pone en nuestras manos la responsabilidad que delegamos habitualmente a los diferentes dioses que imaginábamos, al gran papá (superman, batman, he-man, spiderman, etc.) que lo hace por nosotros y nos permite desresponsabilizarnos. Este es un golpe a nuestro antropocentrismo, y nos muestra nuestra propia vulnerabilidad como especie. Una forma de negar esta evidencia es acallarla con la prepotencia. No queremos ver que somos solo una pequeña hebra en la gran trama de la vida, como nos enseñan todos los pueblos originarios del mundo, que viven en consonancia con las leyes de la naturaleza, es decir con la esencia de nuestra Madre Tierra. Como decía la Madre Teresa, cada uno de nosotros es una gota en el mar, pero sin esa gota el mar sería diferente. Y si esa gota es explotadora, exterminadora, despóticamente destructora, y se junta con otra y otra y otra… se hace aguacero (3) ecocida, más precisamente biocida (4).
El modelo gaiano de autoorganización viviente viable debería inspirarnos para entrar en consonancia con todas las formas de vida e ir construyendo cuidadosamente una convivencia respetuosa de las necesidades de todas sus partes, escogiendo los satisfactores más ajustados a la sustentabilidad. Pasar de la explotación competitiva a un sinergismo cooperativo, como dice Elisabeth Sathouris (5). En este sentido, el agua ya no puede ser “un recurso natural”, o solamente un “derecho humano” (según el lema “donde hay una necesidad hay un derecho), sino –más que un bien común- una condición existencial indivisible de la vida misma, vida que no es de alguien en particular, sino cualidad de la gran trama colectiva vestida de azulverde, que danza en el universo.
Por eso la Asamblea Popular de Zapala adhiere a la propuesta de Raul Zaffaroni, de “tutelar” al agua bajo los derechos de cuarta generación, es decir, del “derecho de las cosas” (acá la palabra “cosas” es de una brutal e impertinente simplificación) y dice: el agua tiene derecho a ser respetado como parte integrante y fundamental del organismo viviente que integramos; el agua no debe ser contaminada, apropiada, enajenada, explotada, embotellada, manipulada, perjudicada: no es un recurso para obtener minerales, ni es un bien mercantil para conseguir fondos embotellándolo, ni debe integrar sopas tóxicas en la obtención de minerales, ni ser ignorado por quienes tienen la función de protegerla de contaminantes. En la “comunidad de vida” (6) con un destino común en que nos hallamos, su imprescindible utilización respetuosa, agradecida y cuidadosa para satisfacer nuestras necesidades existenciales la transforma en un BIEN EXISTENCIAL.
Y a los mercaderes de la vida, a los que ambicionan sin límite el lucro a costa de todo, a los que están matando la Tierra (7), les recordamos que el agua es nuestra sangre de todos. QUE EL AGUA NO SE TOCA. ¡NO ES NO!
Adriana Marcus
Zapala, Neuquén, Argentina
6/10/10
(1)Manfred Max Neef, en “desarrollo a escala humana”
(2) Humberto Maturana Romesin y Francisco Varela en Biología del fenómeno social 1997
(3) Daniel Viglietti en Milonga de andar lejos
(4) Julio Monsalvo en Salud de los Ecosistemas
(5) Elisabeth Sathouris en Gaia, la tierra viviente. El itinerario de la conciencia del caos al cosmos.
(6) Leonardo Boff, las cuatro ecologías
(7) Joan Manuel Serrat, en Padre
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