Paradigmas » Economía, Ecología y Salud - Damián VerzeñassiÚltima actualización: 25/02/2012
¿Hacia donde vamos?
¿Qué desafíos enfrenta la formación médica en tiempos de crisis ambiental, de crisis civilizatoria?
¿Cómo podríamos pensar las relaciones entre nuestras Casas de Altos Estudios y la construcción de saberes científicos que aporten a la construcción de sustentabilidad socioambiental?
¿Podemos seguir formando profesionales de la salud sin herramientas para analizar críticamente las relaciones entre política-ambiente-economía-salud?
Si una enfermedad degenerativa es precedida por mutaciones cromosómicas, y puede aparecer 20 a 30 años posteriores a la exposición a un producto peligroso, dependiendo, entre otros elementos, de la intensidad de la exposición, ¿hacia dónde deberíamos orientar nuestras líneas de investigación acerca de los determinantes de esa enfermedad? ¿Basta con señalar que tal o cual sustancia es dañina si se la utiliza incorrectamente?
Cuando un Director de la CIA expresa “la evolución más preocupante en el mundo actual no es la del terrorismo, sino la demografía” (como desnuda Thomas Friedman en su Libro “Caliente, Plena y Abarrotada” , Pág. 88)[i][1], y al mismo tiempo se experimenta en nuestros cuerpos con drogas cuyos efectos adversos aún no han sido probados, pues se pusieron en el mercado sin haber alcanzado siquiera la fase 3 de investigación, merced a las recomendaciones de una Organización cada vez mas apéndice de la OMC y la industria farmacéutica, ¿donde están las sociedades científicas de nuestros países que no asumen, como dice Giovanni Berlinguer, la responsabilidad, “el deber social”, de difundir las consecuencias nefastas que sobre la salud y la calidad de vida de cada uno de nosotros, y de nuestros hijos y nietos, tiene este sistema de globalización neoliberal?[ii][2]
¿Y la Universidad? ¿Cuál es el rol que la Universidad Pública podría estar jugando en estos tiempos de mercantilización de la vida e hipertecnologización de la naturaleza?
El proceso de crisis civilizatoria que estamos transitando, necesariamente nos lleva a poner en cuestionamiento la raíz misma de nuestros sistemas de producción y reproducción social en general, y el sistema educativo formal en particular.
Las universidades, se han ido transformando en los espacios de producción de saberes, de conocimientos, al servicio de las necesidades del mercado, como partícipes necesarios del deterioro de la calidad de vida de nuestras sociedades. Las otrora cunas de las revoluciones culturales, como lo fue la Reforma Universitaria, son hoy los principales reservorios del pensamiento de la modernidad insustentable, que nos empuja a convencernos de las bondades de un sistema absolutamente mercantilizado, así como de los beneficios de una tecnología que no asume su responsabilidad en el proceso de deterioro de los ecosistemas y, por tanto, de la vida en todas sus dimensiones.
La educación médica, ha ido perdiendo la capacidad de preparar profesionales en condiciones de pensar científicamente. ¿O acaso es muy científico el aceptar la utilización masiva de una vacuna que no ha sido suficientemente estudiada, sin siquiera indagar acerca de cuál o cuáles son los actores, los intereses que hay detrás de la espectacular puesta en escena que presentó a la gripe AH1N1 como el gran flagelo de principios del siglo XXI?
Cuando en 1991, el entonces economista en Jefe del Banco Mundial, Lawrence Summers, anunciaba que esa entidad financiera internacional, debía alentar el traspaso de las “industrias Sucias” a los “países pobres”, no estaba haciendo una “irónica propuesta” (como se pretendió hacer creer luego de la publicación de ese Memorando en los medios de prensa)[iii][3].
Lo que Summers (actual Jefe del Consejo Económico de la Casa Blanca) hacía en ese memo, no era más que explicitar el sentido de las acciones del Banco Mundial, continuando con la estrategia de Henry Kissinger quien, siendo Secretario de Estado de los EEUU, en la década del ‘70, manifestara la necesidad de preparar el terreno para, antes del 2020, tener poder absoluto sobre los territorios vírgenes de contaminación, con recursos naturales explotables, con reservas de agua potable, con bosques productores de oxígeno[iv][4].
Si tenemos en cuenta el tiempo postexposición a una sustancia peligrosa que es necesario para que se exprese una enfermedad degenerativa (20 a 30 años), se entiende la cronología…
La década del ‘50 en el siglo pasado es caracterizada por el desarrollo industrial postsegunda guerra mundial, en los ‘70, Kissinger planifica y ejecuta el plan cóndor en los países de América Latina, aniquilando a toda una generación que podría resultar un escollo para el triunfo del proyecto de dominación de los territorios, destruyendo las soberanías nacionales, profundizando el endeudamiento económico de nuestros países, de manera tal que en los ‘90, las democracias, “endeudadas”, debilitadas, sin autonomía económica, obligadas a ceder a los insaciables dictados del mercado, para sostener el statu quo, terminando con el Estado Benefactor, desmantelan las empresas públicas, avancen en las privatizaciones del sistema de seguridad social y también sean quienes desarmen el sistema de formación de profesionales.
Y a principios de la última década del siglo pasado, los “disturbios del FMI”.
Efectivamente, tal como lo denunciara el premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, esas democracias deliberadamente debilitadas por los poderes económicos del mercado, al ceder a éstos, terminan cayendo en pozos hiperinflacionarios (1989) o en ajustes tan profundos que generan la “revuelta social”, (2001) que está prevista como parte de la receta de aplicación de las medidas de “ajuste” de los organismos financistas internacionales[v][5].
De esa manera, la Deuda Externa, pasa a ser responsable de los principales problemas de nuestros países. Es su culpa la desocupación, el hambre, la miseria, la mortalidad infantil…
Entonces surgen propuestas para “ayudar” a salir de esa situación… basta recordar las encuestas que se hicieron a fines del siglo en la patagonia, preguntando si los ciudadanos estarían dispuestos a canjear territorio como parte de pago de la deuda externa (hasta alguna diva televisiva llegó a decir “para que queremos esas tierras, si es para achicar la deuda, regalémolas!”), o la propuesta de Donald Rumsfeld cuando era Secretario de Defensa de EEUU de quitar la mitad de la deuda argentina, a cambio de que aceptásemos instalar en el Sur de nuestro país bases militares para el famoso “escudo antimisiles”[vi][6] (hoy Rumsfeld es accionista de uno de los laboratorios mas beneficiados con la gripe AH1N1).
Curiosamente, todas estas propuestas para disminuir nuestra deuda externa, vinieron de empresas como la Zemic Communication, que por Decreto Nº 533/2002, asesoró al entonces Presidente Duhalde, en cuestiones de Deuda Externa (la Zemic Commucations es propiedad de Henry Kissinger).
Es en ese marco en el que se producen los cambios en materia de estructuras curriculares de las carreras de Medicina, a partir de los documentos y legislaciones nacidos desde CONEAU, a la sombra de la Ley de Educación Superior del año 95.
¿Tendrá todo esto alguna relación con el Informe, “Invertir en Salud” que el BM publica a mediados de la década del ‘90, y los documentos de esa entidad vinculados a Educación en América Latina, que continúan meticulosamente la misma línea ideológica explicitada por Summers en el ‘91?
Privatizar los sistemas de atención de enfermedades, desmantelar los sistemas educativos, son pasos que avanzan hacia la concreción de un proyecto que, claramente disminuye las posibilidades de un proceso emancipatorio en nuestra región.
Surge entonces el imperativo de hacer visible esta realidad, para iniciar el debate en el seno mismo de las Universidades, permeando los muros de las mismas con el pensamiento y la acción de los movimientos sociales, las cosmovisiones de los pueblos originarios y campesinos, la lucha de los afectados por los modelos productivos cuyo único objetivo es el crecimiento y el desarrollo ilimitado, voraz, aniquilador de la vida en pro de la ganancia económica.
Los programas de formación de médicos en nuestro país, están regidos por resoluciones nacidas de los requerimientos del Banco Mundial, no de las necesidades de salud de nuestras comunidades.
El currículum, particularmente el currículum médico, ha sido colonizado por una visión simplificadora y en lo que dice, pero también en lo que silencia, ha construido una imagen del mundo homogénea y definitiva.[vii][7]
Lo que está en crisis hoy es la civilización misma. Es el modelo económico, tecnológico, científico y cultural que ha depredado a la naturaleza, negado las culturas alternas y domesticado las almas.
“El modelo de sociedad y el sentido de la vida, que los seres humanos proyectaron para si, al menos en los últimos 400 años, está en crisis. Y una de las expresiones de esa crisis, se hace evidente en la salud de los seres humanos, indefectiblemente ligada a la salud del sistema-Tierra”[viii][8]
Un ser vivo no puede ser considerado aisladamente como un mero representante de su especie, sino que debe ser visto y analizado siempre en relación con el conjunto de las condiciones vitales que lo constituyen y en equilibrio con todos los demás representantes de la comunidad de los seres vivientes presentes.
Debemos recuperar una visión integral de la naturaleza y, dentro de ella, de las especies y sus representantes individuales, ya que sin ello, entender la verdadera complejidad de los procesos de salud-enfermedad de los seres humanos es una tarea imposible.
Por esa razón, la inclusión en la formación de los profesionales de la salud, específicamente médicos y médicas, de una cosmovisión basada en el paradigma de la complejidad ambiental, con fuertes raíces en el pensamiento y sentir latinoamericano, aparece como una necesaria herramienta en la constitución de sujetos críticos, capaces de analizar el proceso salud-enfermedad, desde una lógica dialógica, pericorética.
Coincidimos con Eric Chivian cuando dice “el entorno físico, nuestro hábitat, es el factor determinante de mayor importancia para la salud humana. La protección del ambiente y la preservación de los ecosistemas, son, en términos de salud pública, los pasos fundamentales para la prevención de enfermedades”[ix][9].
Es misión de la Universidad Pública y de sus Escuelas de Medicina, el formar profesionales preparados no sólo para relacionar signos y síntomas orgánicos con procesos fisiopatológicos, sino que sean capaces de incluir en su análisis, también, los determinantes políticos, económicos, socioculturales, y relacionarlos.
En estos inicios de siglo, en los que el calentamiento global esta cambiando definitivamente las condiciones de vida en el planeta, ¿no deberíamos estar indagando acerca de como esto atravesará nuestro campo de conocimiento?
¿Qué sabemos los médicos y médicas de estas regiones acerca de los determinantes socioambientales que están modificando los perfiles de morbimortalidad de nuestras comunidades?
¿Hasta cuándo, desde la Universidad Pública dejaremos solos a los movimientos de ciudadanos que se organizan al verse afectados por los megaemprendimientos como la minería a cielo abierto, las mega-represas, los avances de la frontera agropecuaria, los proyectos de usinas nucleares?
Pareciera que no aprendimos nada de la biología, actuamos como si el crecimiento sin fin de un órgano fuese posible más allá de los límites del cuerpo que le contiene.
“El hombre está sumergido en su cantado progreso, y no sabe ya para que le sirve el progreso, si no es para olvidarse de sí mismo”[x][10]. Y en ese olvidarse de si mismo, crecen las enfermedades más terribles de todos los tiempos: la pobreza (no solo económica), la exclusión social y la aniquilación de la diversidad biológica y cultural, que son determinadas por este modelo de producción hegemónico e insustentable que hoy nos rige, y pone en peligro la continuidad de la vida misma.
Quizás sea hora. Quizás estemos aún a tiempo de desandar los caminos del ostracismo, para retomar aquellos que dieron origen a la Universidad en Bologna, los que transitaron los Reformistas de 1918, los que movilizaron a los estudiantes y docentes parisinos en 1968…
Caminos de compromiso inclaudicable con la transformación de la realidad y el tiempo en que se vive. Ya no desde el paradigma antropocéntrico, que ubica al hombre por fuera de la naturaleza, sino desde el BIOCENTRISMO, donde la solidaridad y la cooperación son las características principales.
Las currículas médicas podrían iniciar un proceso de transformación, partiendo de ese paradigma biocéntrico, con el objetivo de formar ciudadanos, sujetos colectivos, con capacidad crítica, que puedan hacer y reflexionar sobre lo que hacen.
Recuperar a la Biología, como ciencia de la vida, (y no como técnica reduccionista), para adentrarse en el estudio de las complejas relaciones que hacen posible la existencia de sujetos y sociedades, en un necesario e imprescindible diálogo transdisciplinar, puede ser un buen paso hacia la construcción de una sociedad saludable, es decir una sociedad con justicia, solidaria con los que están y los que vendrán, con igualdad (para lo cual es imprescindible primero transitar la equidad) una sociedad sustentable, que se reconozca parte de naturaleza, de la vida…
Aceptar con alegría el desafío de constituirnos en constructores de una nueva sociedad, que respete y garantice los derechos humanos, basada en la solidaridad inter y transgeneracional, en la libertad, la justicia, la democracia, la paz, la ética, la salud como derecho inalienable y herramienta fundamental para la libertad de los seres humanos y de los pueblos. Esa puede ser la llave que nos abra las puertas hacia esos otros futuros saludables que aun no han sido y nos están esperando para nacer…
Podemos construirlos, desde nosotros, con cabeza argentina y corazón latinoamericano!
(*)Responsable académico de la materia salud sociambiental. Responsable académico del ciclo Practica Final de la carrera de Medicina. Secretario de extensión universitaria
Facultad de Cs. Médicas UNR. Miembro del Movimiento Mundial por la Salud de los Pueblos, de ALAMES, del Club de Mayo y de la Escuela de Educación y Formación Ambiental “Chico Mendes”.
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