La Gacetilla Alegrémica » Nro. 326 -Gestos de Solidaridad - 21/05/20Última actualización: 19/05/2020
LA GACETILLA ALEGRÉMICA Publicación semanal difundiendo noticias y sentipensares que visibilizan y anuncian un Mundo Saludable con Alegremia y Amistosofía 21 de mayo de 2020 Nro. 326 GESTOS DE SOLIDARIDAD Otros desvelos que en Cuba también «salvan”. Nasobucos (*) «hechos en casa», colocados a la vera del camino hacia la capital, con un cartel de solo tres palabras que detiene el paso de los viajeros y emociona: «te lo regalo». No ha existido época difícil en Cuba en la que no surjan, espontáneos, los gestos de amor y de solidaridad de un pueblo que sabe cómo crecerse ante las dificultades. Basta solo con recordar las etapas vividas tras el paso de un ciclón por el país para volver sobre las cientos de anécdotas, que por sí solas reflejan las esencias de esta Isla, donde se ha cultivado con esmero la hermandad entre la gente, el sentido de pertenencia con la casa grande de todos y la virtud, «de que se es bueno porque sí», como nos enseñara El Maestro. Por ello, no es fortuito que en estos tiempos duros de pandemia, las redes sociales y los barrios se estén nutriendo de historias que, no por sencillas y cotidianas, dejan de conmover. Hablo, por ejemplo, de la ponchera particular donde no se cobra, desde el inicio de la batalla contra la covid-19, el servicio a las ambulancias; o del campesino que, sin pensárselo dos veces, llenó un camión de varios quintales de sus producciones y se fue a entregarlos a un centro de aislamiento; o de los nasobucos «hechos en casa» y colocados a la vera del camino hacia la capital, sin la etiqueta de sus gestoras, pero con un cartel de solo tres palabras que detiene el paso de los viajeros y emociona: «te lo regalo». Hablo, también, de los profes que combinaron pocos recursos y mucho talento para ingeniar mascarillas en 3d, destinadas a la protección del personal sanitario; o de la estudiante de Periodismo que fue de las primeras en retar los riesgos del nuevo coronavirus, al aceptar colaborar en la elaboración de alimentos y la limpieza de un centro donde se atienden personas sospechosas de padecer la enfermedad; o de aquel otro estudiante de Medicina que, en su pesquisa diaria, encontró un abuelito viviendo solo y ha hecho suya la tarea de llevarle los «mandados» de la bodega. Hablo, además, de los vecinos de una enfermera sin horarios por estos días, que en reconocimiento a su labor colgaron en la puerta un mensaje hermoso: «Si necesitas que compremos para ti, si necesitas que limpiemos por ti tu casa, si necesitas llorar o sonreír, en las ventanas nos encuentras. Para todo. Aquí nos tienes». Hablo, por qué no, de la gente que sigue trabajando en puestos indispensables para mantener la vitalidad del país, como la señora que recorre más de 20 kilómetros «en lo que sea» para garantizar la calidad de la semilla del arroz destinado al pueblo; o de los artistas que no han dejado de crear y promover la cultura, ahora desde el escenario digital; o de esos otros hombres y mujeres que han mutado sus oficios para lavar, planchar, fregar y baldear allí donde el virus es más peligroso. Hablo, sencillamente, de los pequeños detalles que hacen la diferencia en esta lucha por la vida, como la de cumplir, en un hospital, el capricho de un bebé de 18 meses de comer platanitos fritos; o de que una enfermera cuidara como una madre, durante 19 días, a una pequeña de apenas cinco meses; o de que un joven cada noche amplifique un bafle desde su portal para que nadie en la cuadra olvide que, justo a las 9:00 p.m., un país se estremece con el aplauso colectivo de gratitud a quienes están en la primera línea de combate. Y no son solo estos. Existen a lo largo de todo el terruño nacional otros muchos «vacunados» contra la indiferencia, que no han sido captados por el lente de una cámara y dados a conocer por el clic de un amigo o familiar en Facebook y Twitter, y andan, casi en silencio, repartiendo amor, aportando soluciones, o poniéndole zancadillas al bloqueo con alternativas cubanísimas. Esos que nos enorgullecen y «contagian» para bien con sus desvelos, son los que, junto a la labor de los médicos, en Cuba, también «salvan».
(*) Barbijos
Granma 7/5/20
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