HOSPITALIDAD Y SOLIDARIDAD.
Jorge Pronsato Santandreu
Donald Trump rompe una larga tradición norteamericana como es el respeto a las diferencias religiosas al rechazar a la población musulmana especialmente de Siria. El filósofo E Kant en su escrito “La Paz Perpetua” proponía la república mundial basada fundamente en los principios de hospitalidad y respeto a los Derechos Humanos afirmando “todos los humanos están sobre la Tierra y todos, sin excepción tienen derecho a estar en ella, visitar sus lugares y pueblos; la tierra pertenece comunitariamente a todos”; el mismo pensador considera los derechos humanos como “lo más sagrado que Dios puso en la Tierra”.
Esta hospitalidad, que está siendo negada en Occidente, involucra a miles de refugiados que escapan de las guerras apoyadas justamente por quienes antes estuvieron en aquellos países asumiendo poderes, imponiendo costumbres diferentes y explotando sus riquezas; ahora, que están tan necesitados, son simplemente rechazados…; de cualquier forma aunque no hubieran existido esos atropellos, igualmente corresponde atender los requerimiento de los necesitados, tan solo por el hecho de encontrarse en esa situación. Don Miguel de Cervantes le hace decir a su héroe legendario. “A los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos, van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias…sólo les toca ayudarlos como a menesterosos, poniendo sus ojos en sus penas y no en sus bellaquerías…”
Uno de los mitos más bellos de la cultura griega se refiere precisamente a la hospitalidad: Filemón y Baucis eran un matrimonio de ancianos que alojaron a Júpiter y Hermes que habían ocultado su divinidad disfrazados de andariegos miserables; los dioses habían sido rechazados sistemáticamente por otros humanos. Un atardecer, muertos de hambre y sed fueron calurosamente recibidos por la pareja de ancianos quienes les ofrecieron comida y albergue y hasta su cama para descansar.
Esos gestos conmovieron a los dioses, quienes revelando su verdadera identidad, transformaron la humilde choza en una espléndida vivienda. Filemón y Baucis expresaron sus deseos de seguir ofreciendo cobijo a los peregrinos y pidieron que al final de sus vidas los dos pudiesen morir juntos; estos amorosos requerimientos fueron atendidos: un día, cada uno de ellos vio súbitamente cómo el otro se iba revistiendo de un verde follaje. Filemón se transformó en un roble y Baucis en un tilo; las copas y las ramas se entrelazaron en lo alto y quedaron unidos así, abrazados para siempre... los viejos de aquella región de Turquía donde se ubica el mítico suceso, repiten la lección: “quien hospeda a forasteros, hospeda a Dios…”
La hospitalidad es una forma más del amor…es humanidad, compasión y solidaridad; su carencia, en cambio, es indiferencia mezquina y perverso individualismo …en este caso de refugiados con cientos de historias preñadas de sufrimientos y angustias aunque tal vez aún con esperanzas, huyendo de la violencia, las guerras, el hambre es, además, injusto, cruel, despreciable, miserable egoísmo y ruindad…
Córdoba, marzo 2017