Junto a Ella
Vivo de poco, de a poco y con poco. Mi vida es sencilla.
Hago cosas sencillas, sin grandes planes, con profundos sueños. Y estoy feliz, porque deseo “ensencillarme” cada vez más…
Me acompaña el Amor. Lo cuido y me cuida. Todo lo hago por Amor. Y estoy feliz, porque deseo priorizar lo esencial cada vez más…
Y en esta vida mía sencilla, se está revelando, poco a poco, una mujer…
Una mujer mayor, de cabello blanco y recogido, de piel arrugada y cálida.
Una mujer que guarda entre sus generosos senos un pañuelito bordado con aroma de rosas, y en los bolsillos de su delantal, flores, hojas y cogollitos de plantas de su huerta.
Ella huele a leña. También huele a albahaca fresca y a café caliente. Sus manos gruesas saben a alegría, a mango y a limón.
Ella es de la tierra, ella es la tierra. Sé su nombre, pero no lo recuerdo.
Siempre está haciendo algo. En su casa y en su huerta, siempre hay algo por hacer. Sin embargo, nunca planea, porque sólo hace lo que le va dictando su corazón.
Nada ni nadie es demasiado para ella, todo es justo. Nada le falta, nada le sobra, toda ella es justa.
Ella me acompaña, me contiene, y yo la acompaño y la contengo. Nos tenemos la una a la otra, nos hacemos la una a la otra. Me hago con ella, para ella y como ella.
Mis manos huelen a ella y mis pies se parecen cada vez más a los de ella. Siento sus pasos, escucho su voz y percibo su aliento.
En las noches de soledad y en las madrugadas de silencio, su arrullo suave me hechiza. La entiendo, y entre más la siento, más anhelo su abrazo.
Ella me está “ensencillando” la vida, me está enseñando a priorizar el Amor.
Sandra Isabel
Formosa, lunes 9 de julio de 2007