Sentipensares » Memoria - María Lila Bina

Última actualización: 27/03/2022

Memoria. Escrito personal en el aniversario del 24 de marzo en Argentina

 

El 24 de marzo de 1976 me encontró con 9 años. Hacía un tiempo veníamos aprendiendo algunas cosas. No ir solas a la escuela  ni jugar en las veredas, no responder preguntas ni hablar con extraños, hacernos las dormidas ante cualquier situación que pudiera suceder. El terreno se preparaba.

El 24 de marzo cuando en todas las radios del país se escuchó el comunicado Nº 1 la tristeza y preocupación en mi familia fue mucho más evidente. En pocas palabras ante mi joven inquietud mis padres respondieron que la Constitución Nacional dejaba de tener vigencia y que nuestros derechos como ciudadanos se perdían automáticamente. Hoy sé que no entendí la dimensión práctica de esas palabras hasta tiempo después, pero inmediatamente entendí su dimensión simbólica, era algo que no debía pasarnos, que no era bueno, que no era legal, que nos ponía en peligro.

Después vinieron una serie de imágenes casi incomprensibles a los ojos de una niña, allanamientos a plena luz del día, personas armadas en cualquier lugar, controles inesperados y desmedidos en colectivos o la vía pública. La percepción de la vida cotidiana había cambiado, transformándose en una secuencia de prohibiciones que tenían que ver con el decir, el hacer, el leer, el cantar. Había perdido la libertad de SER.

Poco después, previo allanamiento y tortura psicológica a mis padres, nosotras “dormíamos” como debía hacerse, llegó el exilio. Algunxs dirán al día de la fecha algo habrán hecho, yo puedo decir que mi madre trabajaba en una villa miseria de Córdoba y un juzgado de paz y mi padre era medico gremialista de su colegio profesional. Puedo también decir y dar testimonio con mi vida de las cosas que me enseñaron en su deseo de un mundo con más equidad y esperanza, mas fraterno y más justo.

En el exilio, septiembre del 76, perdí mi gran familia (abuela, primxs, tíxs,)…perdí mi geografía, clima, calles, escuela…perdí mis arroyos, mis inviernos con nieve y escarchas, perdí los álamos con su hojas coloradas, mis veredas con elásticos y rayuelas…perdí todos los afectos de mi vida cotidiana, referencias, sostenes, guaridas de mi amar infantil. Hace poco me di cuenta que hasta mi nombre perdí en ese tiempo

Gané otras es cierto e indiscutible, pero esas las perdí.

Gané certezas, que no es poca cosa. La defensa de la vida en democracia más allá de sus falencias, flaquezas y aprendizajes pendientes como única posibilidad para nuestro pueblo.

 El valor de la libertad de poder decir, opinar, cantar, leer, escuchar, lo que desee, lo que me guste o tenga ánimo.

La irremplazable fuerza de la lucha colectiva por los Derechos de un pueblo.

La generosa posibilidad de aprender que ofrece la diversidad de los seres con quienes compartimos este mundo.

Deseo que estas certezas aporten en cada espacio que transito y en los que deseo aportar como madre, docente, amiga, ciudadana.

Sé que aún existe entre lo perdido y lo  aprendido, una herida que siempre queda, no cura totalmente. La llamo memoria. Miedos y silencios  del allá y entonces se filtran al aquí y ahora de formas muy sutiles. Desaprender se transforma en la tarea cotidiana. Con 54 años, en eso estoy.

 

María Lila Bina

lilabina7@yahoo.com.ar

24 de marzo de 2022

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