Cuentos » Paseando en San Lorenzo, Aramí Monsalvo del CidÚltima actualización: 30/09/2015
Paseando en San Lorenzo (*) Arami Monsalvo del Cid (**) Puedo sentir como el aire mueve suavemente mis cabellos, como voy cortando el viento. Me introduzco haciendo una herida invisible, somos tres, por lo tanto tres heridas para él. ¡Pobre! Cuantas heridas debe tener, el viento me gusta, lo siento cómodo, me hace sentir invencible. Miro a mi derecha, una figura muy importante se encuentra allí, una de mis tantas felicidades, una persona que hace reír, y disfrutar, puedo confiar y puedo decirle todo y él nunca me va a juzgar, veo bondad en su mirada, sinceridad. “somos tres”, tres personas, tres niños, tres amigos, buenos amigos, rompiendo con todas las tristezas y las ataduras, sin una pizca de cordura. Podemos ir rápido o tal vez lento, siempre juntos, si uno cae, todo ayudamos, si uno frena todos frenamos. Vamos en un túnel de arboles verdes y altos, en calles de piedras o quizás de tierra. Nos dirigimos a una gran casa que desconozco. Miro a mi izquierda mientras sonrió y siento como involuntariamente mi mirada se torna comprensiva y amorosa, siento el fuego de esa ilusión que cada vez me quema más y más, esa esperanza, esa fe. ¿Qué es lo que veo? Veo esa persona que tanto desorden me causa, un desorden desconocido, no conozco las cosas, por lo tanto también desconozco el lugar en el que van. No conozco estos sentimientos y mucho menos que hacer con ellos. No puedo decidir. Siento como si todo el tiempo que lo veo o que lo pienso él se introdujera dentro de mi alma y le hablara, con esa voz suave, o me hablara con esa voz dulce que solo él tiene. Sin que en realidad lo haga, sin que lo intentara. Me veo reflejada en sus ojos. ¡Esos ojos! Tan misteriosos ¿qué ocultaran tras esas paredes? ¿Podre alguna vez descubrirlo? Él me tramite el poder sentirme completa, no puedo decir lo que pienso, no sé cómo hacerlo, ahora solo puedo sentirme parte del viento, ya no siento herirlo, ahora creo poder serlo, rozar suave y delicadamente, me siento como si me amoldara a todo, a cualquier cambio, soy el viento, a pesar de todo el abrigo que llevo puesto. Mientras me tomo el tiempo de pensar todo aquello, mis pies y brazos siguen manejando y pedaleando, parece, que por cuenta propia, nosotros seguimos avanzando, paseando bajo la luz de la luna, no puedo verla, la busco y no la encentro, a pesar de las luces cálidas de os faroles se puede distinguir una, mucho más intensa y azul, ahí está mi querida luna. A veces los arboles parecen gigantes verdes en la oscuridad, gigantes buenos y hermosos. Doblamos y seguimos ¿Cuántas veces habré doblado inconscientemente mientras estaba “volando”? “el de la izquierda” mira hacia atrás, hacia mí, y sonríe. - ¿Cómo vas? - Bien.- ahora también sonrió - ¿no te queda incomoda?- seguía con su curva mas hermosa hacia arriba - No, no, voy bien. Y de repente me acuerdo de ese dolor, antes de salir habíamos decidido lo de las bicicletas, me toco la mas baja, pero aun así alta para mi, con caño alto, lo cual se me complica ahora, me está empezando a molestar el huesito dulce, ese que duele tanto. El viento sigue chocando sobre mí. Eso me encanta y me olvido de la incomodidad. Sin que me dé cuenta “el de la izquierda” seguía mirándome, esperaba una respuesta de alguna pregunta que al parecer yo no escuche. - ¿Cómo? – pregunte desconcertada - No nada, no dije nada. Me confundo, no me hablo ni pregunto nada pero mira como esperando una respuesta, todavía mira ¿Qué espera? Me pongo incomoda, sin darme cuenta, yo no le había dejado de mirar, entonces “el de la derecha” advierte: - Chicos, si no miran adelante se van a caer y yo me voy a reír Miramos nuevamente el camino y reímos los dos por lo bajo, ahora los tres. De nuevo deseo sentirlo, pero sigo sin poder, quiero que entienda sin explicar, pero no es ni un poco fácil. Puedo estar horas mirando esos ojos, pero tampoco tengo esa valentía, es como si el lo supiera, como si supiera lo que siento. Y su mirada dirigida a mi es tan fría y poco expresiva, el cielo se despeja y puedo ver pequeños puntitos plateados brillantes, las hermosas estrellas. Mis amigos van uno a cada lado del camino, ellos en la misma línea horizontal y yo, de tras, en el medio. Empiezan a frenar, freno con ellos, llegamos a la enorme casa. “el de la izquierda” me mira, sigue esperando una respuesta a alguna pregunta que sigo desconociendo. Entramos, buscamos lo que mi amigo necesita y volvemos por donde vinimos. (*) San Lorenzo es un pintoresco Municipio cercano a la Ciudad de Salta, Argentina (**) Aramí tiene 13 año, reside en Salta, cursa 2º año de la Escuela Secundaria, diciembre de 2012 |
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