SAGRADA
Te busqué…
te busqué por allá,
por los esteros dorados,
en el ocaso de un día que se despedía triste
como este chamamé nostálgico y cadencioso,
que suena…
sempiterno,
en el inusual aire helado de esta tarde de febrero,
la primera.
La primera tarde helada.
Inapelablemente helada,
teñida con la rojiza luz de tu sangre,
que me embiste y me baña,
como una ola colorada,
desde la noche que abandonaste
tu cuerpo.
Gustavo Placente