Cuentos » La Verdadera Historia de la Zorra y las Uvas, Carolina Cazaux

Última actualización: 30/07/2010

 

 

La Verdadera Historia de la Zorra y las Uvas
 
 
Como “La zorra y las uvas”, así es este cuento. Sin embargo, cambia la moraleja. Las uvas no están deliciosas y relucientes, la zorra las ve así.
 
Cuando el genio de Chaplin, en “La quimera del oro”, se comía los zapatos y saboreaba los cordones como un manjar, no era porque realmente lo fuese. Tenía hambre.
 
Y la zorra también. En su desesperada búsqueda de alimento, se topó con las uvas. Y ante la tragedia de sus intentos vanos, las vio como eran realmente.
 
En este cuento, que es parecido pero no igual, la zorra brinca de felicidad. No tiene hambre, y sin embargo ve a las uvas dulces y sabrosas. Se encuentra con Esopo, autor de su fábula.
 
-         ¿Por qué me has dejado tan mal parada ante la humanidad, querido Esopo?
 
Esopo era un caballo alado con tronco y cabeza de hombre. Escribía fábulas en el bosque para las niñas y los niños del mundo entero.
 
-         Mi bella zorra, lo único que he hecho es observar a los animales del bosque y contar al mundo sus travesuras.
-         Pues mi historia la has contado mal. Todos creen que al no poder alcanzar las sabrosas uvas he dicho que estaban verdes. Me han tildado de arrogante, orgullosa y hasta de cobarde.
 
Esopo soltó una carcajada que se oyó hasta las cumbres de las montañas.
 
-         Querida, las moralejas las inventan los hombres… las personas. Yo sólo escribo historias
-         Pues te voy a pedir entonces que vuelvas a escribir la mía. Debes aclarar que cuando una tiene hambre, puede ver cosas que no son… digamos, distorsionadas.
 
La zorra trepó al árbol, tomó un durazno y sentándose en una gruesa rama, lo mordió y siguió hablando.
 
-         Además, querido Esopo, debes saber que no soy vegetariana. Y si tengo hambre, ya sabes bien qué busco para saciarlo. No necesito uvas para eso.
-         Amiga mía… entonces, ¿para qué querías alcanzar las uvas?
 
La zorra le narró su historia y, al terminar, Esopo quedó boquiabierto. Jamás había oído un relato tan lleno de ternura.
 
-         Querida zorra, ¡me has convencido! Voy a reescribir tu historia para que el mundo se entere. Pero antes, dime una cosa: ahora no tienes hambre, ¿cierto?
-         No.
-         Y sin embargo, ves a las uvas maduras, dulces y sabrosas, ¿verdad?
-         Sí, es muy cierto lo que dices.
-         Pues, no quisiera romper tu ilusión, querida amiga… pero esas uvas que ves están verdes. No están maduras aún.
-         ¡No me desilusionas, Esopo! ¡Las veo así porque así es como veo al mundo! La dicha y el júbilo hacen que veamos lo bello de las cosas, la vida se llena de colores y brillos y el mundo se transforma.- Lanzó el carozo del durazno hacia el follaje vecino y continuó- Además, amigo, tú eres distinto a mí: tenemos distintas costumbres y gustos, nos alimentamos de distintas maneras, tenemos físicos distintos… y también vemos distinto el bosque. Podemos ver distinto y querernos igual, sin desilusionarnos.
 
Esopo estaba admirado ante las palabras de la zorra.
 
-         Ya comprendo, querida zorra, es la vejez lo que te ha cambiado.
 
 Esopo voló alto y desde el cielo gritó
 
- ¡Tu historia recorrerá el mundo!
 
Así fue que Esopo volvió a escribir la fábula de la zorra y las uvas, que dice así:
 
“Érase una vez una joven zorra hambrienta. Ya no le apetecían los animalitos pequeños que solía comer, pues llevaba ella un hijo en su vientre, y desde que lo supo, sólo le apetecían los frutos del bosque.
 
De pronto, se topó con un racimo de uvas que colgaba en lo alto de la parra. Las vio tan maduras y dulces que intentó tomarlas. Saltó y saltó pero no podía llegar a ellas, pues su cuerpo ahora era más pesado que antes.
 
Sin embargo, no se rindió. Fue en busca de su compañero, el zorro, a pedirle que bajara aquellas uvas. Éste, al ver que las uvas estaban verdes, le dijo que esperara, que él iría a buscar una rama para poder bajarlas.
 
Cuando el zorro volvió, traía en sus brazos una montaña de frutas maduras: peras, manzanas, duraznos, bananas y cocos.
 
La zorra comió y saboreó las dulces frutas, y cuando el hambre había desaparecido, volvió a mirar las uvas y exclamó asombrada:
 
-         ¡Oh! ¡Esas uvas están verdes aún! ¿Quién engaña más: los ojos o el hambre?”
 
Y Esopo, agregó al final de su historia: “Por favor, abstenerse de moraleja”.
 
 
Carolina Cazaux
28 de julio de 2010
 

 

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